EL MIRALL DE FOTRE. EL DESEO Y EL PLACER SEXUAL EN LAS MUJERES

 
Una de las grandes novedades del ‘Mirall’ es la naturalidad con la que trata el tema del deseo y goce sexual en la mujer, objeto de represión por parte de la Iglesia. A la vez, niega que la finalidad de hacer el amor sea únicamente la procreación, pues el libro nos habla del placer sexual. También nos explica cómo reconocer que una mujer está enamorada. Las fuentes de este relato son el Kamasutra hindú. En cuanto al ideal de hombre, ha de estar bien dotado sexualmente, tal como indican los textos árabes sobre el tema.
“Así como los hombres, cualquier mujer siente deseo y placer. El hombre más noble, hermoso, rico y con gracia en este mundo, que no sepa que la mujer siente deseo y placer y que no actuara en función de eso, no podrá conseguir su amor. Pero el más feo, desafortunado y desgraciado, que sepa seguir el deseo de la mujer, obtendrá el amor, incluso si fuese el más cautivo de los cautivos.
(…)
“El hombre que quiere ser amado por la mujer, conviene que sea ardiente y fuerte., elocuente y sincero, cuidadoso, bien educado, limpio, sobretodo en la mesa, alegre, sin ningún defecto físico, espiritual y agradable. Le ha de gustar la compañía y estar dispuesto a hacer todo lo que ellas deseen. Ha de ser rico, y el vestir, el aliento y el sudor le han de hacer buen olor.
Las mujeres aborrecen a los hombres celosos, avaros, egoísta, sin piedad, envidiosos, pobres, sucios en la manera de vestir, comer y beber.
(…)
“Ahora voy a explicar cómo las mujeres se enamoran de los hombres. Primero, mediante la mirada, y después por lo que sienten. Su amor puede ser oculto o manifiesto. Los signos del amor oculto son el adelgazamiento, la pérdida del apetito y de la sed, una gran frecuencia de suspiros, un gran desinterés en lo que se refiere a las cosas que antes le atraían. Si por casualidad ve a su amante, entonces pierde la timidez y se traiciona delante de los presentes. Si el hombre le hace una pregunta, responde con algo que no tiene nada que ver. Pero si quiere, acepta la propuesta. También, muchas veces parece ausente.
 
 
“Las señales del amor manifiesto son las siguientes. Cuando la mujer ve a su amado, le muestra sus bellas maneras y todos los gestos que parecen necesarios para la seducción. Ella le declara su amor, está sorprendida de verlo, bosteza a menudo pero está atenta a que no falte de nada. Si su hijo, u otro, se le acerca, ella lo coge, lo abraza, juega y se divierte con él. Quiere reír, discutir e intenta encontrarse con el amado a la primera ocasión. Si ella lo ve pero él no se fija en ella, habla y gesticula para indicar su presencia, y habla también con las personas que están alrededor de él de manera que se sienta aludido. Si está estirada en la cama, se sienta, hace ver que juega con los cabellos, se rasca, pica con el dedo en el suelo, se muerde el labio inferior o le mira de reojo. Suspira a menudo, en cada momento, le vienen lágrimas  a los ojos y aplaude con las manos.
“Si se encuentra con un enemigo del amado, hablará mal de él, para que se entere. Y cuando el amado la deja, se pone triste, pero en cuanto vuelve le dice los días que ha pasado para mostrarle que lo ha olvidado. Él le pide cosas en un tono muy suave para no irritarla y ella le invita a tomar cualquier cosa, aunque no la necesite. Le confiesa que sueña con él y que está muy contenta de verlo.
(…)
“Aprendí de una mujer las cualidades que todas ellas buscan en el hombre. Ha de tener un bonito miembro, una verga grandes y rígida, mucha esperma, y ha de ser más bien de altura media, ni muy grande mi muy grueso. Con un hombre así la mujer siente placer, pero en el caso contrario no le sirve para nada ni siente ningún placer.
 
Cuando se persigue el amor de una mujer y no se es correspondido, hay que recurrir una alcahueta. Así lo aconseja también el Kamasutra.
“Y aún os diré más: un hombre está enamorado de una mujer sin que ella lo sepa. Ella se lo encuentra y él se da cuenta que no es correspondido. En este caso, el hombre ha de enviarle una mensajera. Ha de ser una mujer dotada de las cualidades siguientes: reservada, ingeniosa y que sepa mentir. Se ha de ganar la confianza de los otros, no estar casada, tener simpatía para con los demás, saber estar en casa de la gente sin que la necesiten. No ha de ser una mendiga, sino una alcahueta, comadrona, vendedora de joyas u de lencería femenina, matrona o santurrona. Encargadle la misión, dadle de beber y comer, pagadle y prometedle más dinero.
“Enviadla a casa de la mujer de la cual estáis enamorado cuan estéis seguro de que no hay ningún hombre. Hacedlo de manera que la mensajera lleve un perfume bueno para que la mujer que la reciba le pregunte dónde lo ha comprado. Se ha de echar a reír de repente para que la mujer le pregunte por qué. Entonces es cuando le ha de decir que morís de amor por ella, y que si no responde, os moriréis de verdad. Ella quizá dirá que eso es una gran locura y que ella no puede hacer nada por vos. Pero si responde afirmativamente, ya habéis ganado. En caso contrario,  la alcahueta ha de decir que, de hecho, es con otra mujer con la que os casaréis. Y durante algunos días, no os preocupéis más de todo esto; a continuación, enviad de nuevo a la mensajera a hacer  la visita y terminad el asunto.
 
 
 
 
La eyaculación precoz es un problema, pues la mujer queda “muy defraudada”. He aquí los consejos para evitarlo.
A la mujer que tarda en tener el deseo y el orgasmo, el hombre ha de hacerle cinco cosas: abrazarla, acariciarla, pellizcarla, estrecharla y darle palmadas con las manos. Eso se ha de hacer también a las otras mujeres. Ha de besarla en la boca, las mejillas, los labios, los ojos, la frente, las orejas, las manos, las piernas y el cuello. Ha de acariciarla en la punta de la nariz, las mejillas, los pechos, las piernas y el vientre. Le pellizcará las mejillas, las orejas, los labios y el cuello. Le frotará las palmas de las manos, los pechos y la entrepierna. Le dará palmadas con las manos sobre las piernas, los pechos, el ombligo, debajo de éste y sobre los brazos.
La mujer que siente rápidamente el deseo no necesita tomar ninguna medicina de las que le excitan.
(…)
Cuando el hombre acaba pronto y la mujer tarde, ella se queda muy defraudada. Es por eso que cuando el hombre comienza a disfrutar ha de distraerse con otras cosas,  y no pensar en lo que está haciendo ni en el gusto que está teniendo para no acabar antes que la mujer. Si ésta es de las que tardan mucho, el hombre habrá de jugar con ella, ponerle la mano en el coño y frotarle hasta que se caliente y siente el deseo. Bueno es que permanezca en tierra sobre sus pies y manos, con algún apoyo en éstas, y que le introduzca la verga en el coño por la parte posterior.
 
El ideal femenino que nos presenta el ‘Mirall de fotre’ está copiado de los textos árabes. En efecto, la mujer ideal es la mujer tal como la define la cultura árabe. Hay que subrayar la referencia a los olores corporales, en una época en que el mundo cristiano destacaba por su falta de higiene.
“En cuanto a la nobleza y a la belleza de las mujeres, es imprescindible que tengan las cuatro partes del cuerpo muy negras: cabellos, pestañas, cejas y ojos; cuatro cosas rojas: mejillas, lengua, encías y labios; cuatro muy blancas: cara, dientes, blanco de los ojos y piernas; cuatro muy estrechas: narices y conducto de la oreja, boca, pechos y pies; cuatro muy pequeñas: pestañas, nariz, labios y costillas; cuatro muy grandes: frente, ojos, senos y caderas; cuatro muy redondas: cabeza, cuello, brazos y piernas; y cuatro muy perfumadas: boca, nariz, axilas y sexo.”