Románico erótico.

La sexualidad en el siglo XII
 
 
Podemos comenzar hablando del “amor cortés”, que cuenta con una abundante literatura y tiene sus orígenes en el sur de Francia, en la Provenza del siglo XI, extendiéndose por toda Europa en los dos siglos siguientes. El “amor cortés” defiende que el amor sólo se consigue fuera del matrimonio, pues los matrimonios son tan sólo operaciones comerciales en los que los padres casan a sus hijos para conseguir un beneficio económico para las familias.
 
Y este amor, aunque idealizado y platónico, no excluye la relación sexual, aunque no lo explicita para no ofender la moral sexual imperante. Las figuras de Tristán e Isolda, de Lancelot y Genoveva, de Eloísa y Abelardo … siguen estas pautas.  
 
 
El amor cortés
 
 
Por otra parte, el movimiento de los goliardos en el siglo XII reivindica el placer sexual incluso para los clérigos. Los goliardos usan citas de la Biblia para  asegurar que Dios creó al hombre y a la mujer con órganos sexuales para que sean utilizados.
 
Los goliardos fueron un movimiento social que tuvo su origen entre los universitarios de París. Cuando el movimiento alcanza su punto más alto, hacia el siglo XII, los goliardos son una especie de poetas errantes que predican el amor libre, el vino y el juego, y que no muestran respeto alguno por la sociedad o la religión. La poesía goliarda se burla del clero –por iletrado y por su búsqueda únicamente  de la riqueza-, de la nobleza –por su salvajismo y su incultura- y de los campesinos.  
 
Los goliardos
 
 
Dentro de la propia Iglesia, destacamos a San Bernardo de Claraval, quien sostiene que el amor carnal es el camino para el amor espiritual a Dios y que  no se puede amar a Dios sin haber practicado el amor terrenal.
 
Pero para la doctrina oficial el tema era otro, como se indica en las Partidas de Alfonso X el Sabio: “Cuando se juntan marido y mujer con intención de tener hijos, no hay pecado; pero hacerlo habiendo ingerido afrodisíacos, pecan mortalmente, pues muy mala cosa hace quien quiere usar de su mujer tan locamente como lo haría con una prostituta” (texto que hemos traducido al castellano actual para hacerlo más comprensible). O sea, que el Rey Sabio aconseja que, según manda la Santa Madre Iglesia, para gozar del amor hay que ir de putas.
 
Tampoco se acepta el sexo entre personas solteras. El Concilio de Lyon de 1245 señala que “respecto a la fornicación que comete soltero con soltera, no ha de dudarse en modo alguno y es pecado mortal, como quiera que afirma el apóstol que tanto fornicaciones como adulterios son ajenos al reino de Dios” (5).
 
Entre los campesinos tampoco el matrimonio era “hasta que la muerte los separara”. Las más de las veces el matrimonio era una unión libre que no se oficializaba delante de la Iglesia; la unión bien podía ser temporal. La Iglesia trató de reconducir estas costumbres en el IV Concilio de Letrán en 1215, donde asegura que el matrimonio debe ser únicamente eclesiástico; sin embargo, el Concilio no se plantea  declarar ilegales a los matrimonios “de hecho” (esto nos da una idea del gran porcentaje de uniones libres que había en esos momentos). Tendrán que pasar varios siglos para que el Concilio de Trento, en 1565, declare que estas uniones libres son nulas ante la ley divina y humana.
 
Entre las gentes con algún poder económico, estos contratos de amor libre se conocían como “contratos de barraganía”. Por lo menos hasta el siglo XV, cuando ya eran menos corrientes, se trataba de contratos ante notario, en donde aparecen expresiones como “estar juntos a casa mantener” o “hacer vida en uno”. Las mujeres podían formalizar estos contratos antes de los 18 años, pero con el consentimiento paterno.
 
“Todavía en los siglos XII y XIII gran parte de los españoles desdeñaban el matrimonio de “bendiciones” y preferían una simple unión de juras o de furto,  en la que bastaba la presencia de testigos y que era reconocida canónicamente en los fueros. En cuanto  a los pobres, que no podían constituir dotes, se contentaban con una unión disoluble, que reposaba sobre la voluntad de los contrayentes y engendraba derechos sucesorios para los posibles descendientes”. (6)
 
Hemos de concluir que en la Edad Media se vive el sexo con más naturalidad que lo que nos han hecho creer. Sobretodo en torno al siglo XII vuelven a primer plano ritos y costumbres que tienen su origen en la noche de los tiempos y que giran en torno a la Madre Tierra, la fertilidad de los campos, de los ganados y de las personas: la naturalidad de las relaciones sexuales, en definitiva.
 
 
 
 
 
Los curas y sus barraganas
 
Se daba el nombre de “barraganas” a las mujeres que vivían maritalmente con los curas, aunque oficialmente eran sus criadas. Esta costumbre era absolutamente habitual en la Edad Media y ha pervivido hasta épocas muy recientes.
 
Su arraigo era tal que se produjeron auténticas revueltas de curas cuando la Iglesia oficial trataba de imponerles el voto de castidad. En 1205, por ejemplo, en varias  localidades de Segovia se sublevaron los sacerdotes contra el obispado por este motivo.
 
Se repitieron los Concilios a lo largo de los siglos condenando esta práctica, pero nunca consiguieron erradicarla.
 
Un problema grave para la Iglesia era que estos clérigos dividían las posesiones eclesiásticas entre sus hijos. A esto se refiere claramente el papa Juan XXII en 1318, y, de nuevo, tres años más tarde, en un Concilio prohíbe que estos clérigos oficien el bautizo o el casamiento de sus propios hijos, y muchos menos que éstos hereden las posesiones que son de la Iglesia, aunque la vida de Juan XXII no destacó precisamente por sus virtudes, como hemos visto anteriormente.
 
Anteriormente al siglo XII había un impuesto papal que permitía la práctica de la barraganía a los curas: era el impuesto de fornicación anual, que eximía al sacerdote del pecado de lujuria que estaba cometiendo. La cosa iba tan bien que el papa Sixto IV lo cobraba a todos los curas, vivieran o no en pecado.
 
Monjes y monjas también tenían su vida sexual, de ahí que los monasterios mixtos acabaran desapareciendo. Un poema gallego de Fernando Esquio nos explica que el autor regaló cuatro falos franceses (consoladores) a una abadesa y dos falos franceses a la prioresa de un convento, que necesitaban este artilugio en tal número porque practicaban el sexo de una forma insaciable. Traducimos el poema al castellano actual para facilitar su comprensión:
 
“A vos, doña abadesa
De mi parte, Fernando Esquio
Estas cosas os envío
Porque sé que sois
Mujer que las merece:
Cuatro falos franceses
Y dos para la prioresa”
 
 
 
No estamos hablando de un fenómeno exclusivamente medieval, como es bien sabido. M. Fernández Alvarez, en su libro Isabel la Católica, ed. GB, nos da aún varios ejemplos de los siglos XV y XVI. En las Cortes de 1480 manifiestan los Reyes Católicos que "somos informados que muchos clérigos han tornado osados en tener las mancebas públicamente e ellas de se publicar por sus mujeres"
 
Se cuenta que un comunero (siglo XVI) perseguido por la justicia se refugió en un convento "donde se dió tan buena maña que empreñó a catorce dellas (de las monjas)"
 
Alfonso Valdés (siglo XVI), en su "Diálogos de las cosas ocurridas en Roma" pone  en boca de un clérigo las razones por las que no se casará jamás, que son precisamente las de la castidad: " Si yo me casare sería menester que yo viviese con mi mujer, mala o buena, fea o hermosa, todos los días de mi vida o de la suya; si la que tengo no me contenta esta noche, déxola mañana y tomo otra. Allende desto, si no quiero tener muy propia, cuantas mujeres hay en el mundo hermosas son mías, o por mejor decir, en el lugar donde estoy. Mantenéislas vosotros y gozamos nosotros dellas".
 
 
 
El Camino de Santiago
 
Aunque ya hay noticias de su existencia en el siglo IX, es con Sancho el Mayor de Navarra  (1000-1035) con quien el Camino de Santiago despegará definitivamente. A partir de ahora, el trayecto no va a ser sólo siguiendo la costa atlántica –con muchas dificultades naturales y pocos puntos de apoyo-, sino que cruzará el Reino de Navarra y pasará por Burgos y León antes de llegar a su destino final.
 
El Camino de Santiago se convierte en un dinamizador económico de primer orden: la ruta se llena de pueblos, posadas, puentes, hospitales, iglesias, monasterios…, con una gran actividad comercial en la que se instalan muchos comerciantes y artesanos llegados de Europa (especialmente de Francia). La circulación monetaria al norte del Duero y el crecimiento de las ciudades tuvieron un gran impulso a partir del siglo XII.
 
También las influencias ideológicas y culturales recorren el Camino de Santiago. No podríamos entender el Románico sin la Ruta Jacobea. Así, en Cantabria, el pueblo de San Martín de Elines hace alusión a San Martín de Tours, un santo centroeuropeo, lo que nos está indicando la presencia benedictina en los siglos XII y XIII en los valles cántabros.
 
Se viajaba al sepulcro del apóstol para conseguir el perdón de los pecados, seguramente siguiendo un camino iniciático que tiene su origen en tiempos prehistóricos.
 
Pero si hemos de atenernos a los escritos de la Iglesia, el Camino de Santiago era una ruta de depravación y pecado. EL Codex Calixtinus data del siglo XII y es una especie de guía para los peregrinos de la Ruta Jacobea, sobre los lugares y las costumbres de las gentes con las que el peregrino se va a  encontrar. Contiene textos como los siguientes:
 
“Pues los que se embriagan, los deshonestos, los avaros, los ambiciosos, los litigiosos, los usureros, los lujuriosos, los adúlteros o los demás vicios (…) no deben traer la palma. (…) ¿Qué será de aquéllos que con el dinero procedente del robo, o de alguna injuria, o de la usura, o de lujuriosas deshonestidades, o de mentirosas fábulas, o de palabras ociosas, o de conversaciones burlescas, o de borracheras, o de cantinelas, vienen a sus santuarios?”
 
Y aún añade sobre el vino:
 
“Y porque el vino nutre la lujuria en el cuerpo del bebedor, con razón dice el Sabio: ‘El vino y las mujeres hacen apostatar a los sabios’. Por ello dice San Pablo: ‘No os embriaguéis con el vino en el que está la lujuria’.”
 
Aunque, a continuación, modera un poco el discurso: “El vino es cosa buena, y muy buena, como creada por Dios, pero por favorecer la sensualidad de los que lo beben sin discreción, a nadie es lícito embriagarse con él”.  
 
 
 
Y es que el Camino de Santiago está lleno de tentaciones: “Las criadas de los hospedajes del Camino de Santiago, que por motivos vergonzosos y para ganar dinero por instigación del diablo se acercan al lecho de los peregrinos, son completamente dignas de condenación. Las meretrices que, por estos motivos entre Puerto Marín y Palas del Rey, en lugares monstruosos, suelen salir al encuentro de los peregrinos, no sólo deben ser excomulgadas, sino que además deben ser despojadas, presas  avergonzadas, cortándoles las narices, exponiéndolas a la vergüenza pública” (7).
 
Otro documento, el “Speculum peccatoris, confessionis et predicatoris”, que se conserva en el Colegiata de San Isidoro de León, insiste en condenar a los taberneros que disponen de prostitutas para satisfacer a los peregrinos.
 
En 1305, fray Giordanno di Pisa señalaba que en el Camino de Santiago y en peregrinaciones similares “el hombre caía muchas veces en pecado, y había muchos peligros, encontrando muchos escándalos en el camino, y [los taberneros] no tenían paciencia, y además muchas veces se enfadaban con el huésped y con los compañeros, y alguna vez había homicidio, engaños y fornicación” (8)
 
En el Liber Sancti Iacobi, se indica que en el propio templo de Santiago de Compostela, las gentes “incurren en vergüenzas o frivolidades, o en palabras ociosas, o riñas, o estupros, o adulterios, o hurtos, o embriaguez, o juergas ilícitas, o contemplan diversos juegos propios de juglares, o cantan, o escuchan canciones picarescas” (8).
 
Un peregrino inglés de 1380 nos dice que muchas mujeres en el País Vasco “son de mala vida”. En 1488, el peregrino Jean de Tournai asegura que los posadas del Camino de Santiago son auténticos burdeles.
 
El franciscano Bertold de Regensburg, en el siglo XIII, advierte sobretodo a los peregrinos de los peligros que corren las mujeres que hacen el Camino, “quienes volvían a sus hogares con más pecados de los que habían sido absueltas”  (8).
 
A finales del siglo XV, un peregrino alemán constata que  muchos peregrinos regresan a sus hogares con la enfermedad de la sífilis.
 
De todos los pueblos que atravesaba el camino, fueron los navarros los que peor fama alcanzaron. El Codex Calixtinus recoge cómo “el hombre y mujer navarros se muestran mutuamente sus vergüenzas mientras se calientan [al fuego de las chimeneas]. También usan los navarros a las bestias en impuros ayuntamientos. Pues se dice que el navarro cuelga un candado en las ancas de su mula y de su yegua, para que nadie se le acerque, sino él mismo. También besa lujuriosamente el sexo de la mujer y de la mula” (8).
 
Pero tampoco se libran las tierras de la Meseta, que para el Codex Calixtinus está llena de hombre “malos y viciosos”.
 
A los peregrinos europeos no les venía de nuevo lo que se iban a encontrar en el Camino de Santiago en tierras españolas. Se han encontrado centenares de placas de plomo y estaño en países como Francia, Países Bajos y Gran Bretaña en las que –al lado de motivos estrictamente religiosos- abundan los temas sexuales. Estas placas datan entre 1350 y 1450. Los temas son de lo más variado: falos simples o falos con alas, coitos, animales en celo, vulvas (una vulva sobre zancos con dos falos en la parte superior; otra vulva con un rosario, un sombrero y un cayado de prergrino…), mujeres mostrando sus órganos sexuales con penes en las manos, cuernos para beber en forma de falo … La cosa alcanza tal dimensión que en 1402 la Universidad de París pide leyes contra este tipo de manifestaciones.
 
No es por casualidad que si habláramos de un “románico erótico europeo” tendríamos que añadir a los templos del norte de España, los de la zona que va desde el oeste de Francia a las Islas Británicas, como epicentro del fenómeno, aunque también hay manifestaciones en varios lugares de Francia y en Italia. No dejemos pasar por alto que en el famoso tapiz de Bayeux aparecen varios personajes en actitudes eróticas.