La crisis del reino de León
 
 
La crisis económica
 
La llegada de los almorávides a la Península hizo que la línea fronteriza retrocediera hasta el Tajo en muchos lugares. La llamada Reconquista se paralizó; no se volvería a reavivar de una forma consistente hasta finales del siglo XII. El sistema de parias se vino abajo, con lo que el oro y la plata musulmanes, que eran la fuente de ingresos más importante para los reinos cristianos, cesó de fluir del sur al norte.
 
La consecuencia fue la depresión económica para los reinos cristianos, que hizo que la sucesión de Alfonso VI, muerto en 1109, se transformara en la una crisis política. La boda entre Urraca de León y Alfonso el Batallador, de Aragón, facilitó que las diversas facciones (nobleza, clero, burguesía de las ciudades…) manifestaran sus diferencias en una lucha abierta que, en realidad, fue una guerra civil que no acabaría hasta 1120.
 
El centro de la crisis se situó en torno al  Camino de Santiago. La crisis y las luchas paralizaron las peregrinaciones y trajeron la inseguridad a los caminos; el comercio se resintió sensiblemente. La presión de los nobles y el clero sobre los burgueses de las ciudades y el campesinado provocó una ola de revueltas.
 
 
Moneda de Urraca como esposa de Alfonso El Batallador
 
La burguesía de las ciudades se puso al lado de Alfonso el Batallador, sobre todo si el señorío de la ciudad era de la iglesia o de los nobles. Querían librarse del peso excesivo de la dominación que sufrían y pasar a ser ciudades de señorío real.
 
El campesino también se sumó a las revueltas. En realidad era el trabajo del campesino el que pagaba la guerra, el que proporcionaba el alimento para los ejércitos, y los campesinos eran los que ponían los soldados y los muertos en las batallas. El campesinado era objeto, además de la explotación feudal, del pillaje de las facciones en lucha: con la crisis, los campos se arrasan y los bienes y los alimentos se robaban. La “Historia Compostelana” nos describe un escenario desolador: “al punto comenzaron a menudear los incendios, muertes y rapiñas, homicidios, traiciones, guerras por Tierra de Campos y Castilla (…).En fin, los campos quedan incultos, las tierras sin laboreo, el hambre y la miseria échanse encima, los labradores, que antes abundaban en copiosas riquezas, se han quedado ahora sin más que unas ligeras pajas con que defender la vergüenza de sus desnudos cuerpos, hállanse por doquier muertos de frío y de hambre en las plazas y en los campos. El pudor de las vírgenes violadas sin pudor, el deshonor de las madres, los lamentos de las viudas, la desolación de los pupilos, los lugares antes habitados ahora desvastados y desiertos, son señales patentes de nuestra lamentable miseria. En suma, no hay rincón oculto de Iberia que no se estremezca al estrépito y perturbación de tanto furor”. (1)
 
 
 
Camino de Santiago
 
La inseguridad en los caminos era patente. Baste para ilustrarlo el siguiente texto: “Como ya habían llegado a la Tierra de Campos, le pareció conveniente al obispo visitar a la reina Urraca, que, a la sazón, se hallaba en Burgos, siendo el camino desde Sahagún allá muy peligroso, por estar lleno de ladrones” (1), o el asalto a unos comerciantes ingleses, relatado en  la “Historia Compostelana”: “Habiendo, pues, los sobredichos condes con sus barones y García Pérez y Fernando Yáñez con otras potestades, prometido y jurado en manos de señor compostelano hacer justicia, no habían pasado aún tres días después del juramento, cuando García Pérez, hermano del conde Rodrigo Pérez, incurría en perjurio por no observar lo que en presencia de todos había jurado. En efecto, a unos mercaderes ingleses y de Lorena (Lotarienses) que habían vendió embarcados hasta el puerto del apóstol Santiago, para vender sus mercancías, les acometió con una multitud de gente armada en el camino que conduce a los viajeros desde Padrón a Compostela, y los despojó completamente de las acémilas y de las mercancías que llevaban a vender a Compostela”. (1)
 
 
 
Moneda de Alfonso el Batallador
 
En Galicia el obispo Gelmírez llegó a tomar medidas para tratar de pacificar la violencia en los campos: “En la curia del glorioso apóstol Santiago, el arzobispo don Diego y los condes Rodrigo Pérez, Rodrigo Velaz, García y Fernando Yáñez, con sus varones y potestades, establecieron que los prendamientos y presas (praedas) que en sus tierras habían sido hechos por sus vicarios y rectores, justa o injustamente, fuesen revisados (emendarent) y reintegrados dentro de diez días, a contar de aquel en que ellos hayan dado el tal decreto; y que, en cuanto a los prendamientos que desde aquel día en adelante se hiciesen, ejecutarían y recibirían lo justo por medio de sus sayones; que si los sayones requeridos por los interesados rehusasen dar cumplimiento al derecho, satisfarían y resarcirían los sayones de su propio peculio íntegra la caloña debida (totam illam calumniam…). Añadieron, además, que a los que ejercen el comercio por las tierras, no se les tome prenda, a no probarse que son deudores o fiadores; y quien otra cosa hiciese, devolvería la prenda duplicada y además pagaría setenta sueldos”. (1)  
 
Incluso las costas se veían continuamente asediadas por los piratas, muchas veces contratados por los propios nobles hispanos. “Pedro Gudesteiz y Rabinando Núñez, habían tomado a sueldo en su ayuda a unos piratas que, partiendo de Inglaterra en dirección a Jerusalén, habían tocado en España; y el motivo de tomarlos fue para que, reforzados con su ayuda, ellos inquietasen las tierras adyacentes robando y despoblando; y los piratas ingleses, como gente extraña a las delicadezas de la piedad, arruinasen las comarcas remotas y marítimas, ejercitando la rabia de su ferocidad; lo que se realizó a la letra. Porque los ingleses, acometiendo de improviso con velero curso a los habitantes que confiaban con el mar, a unos mataban, a otros, despojándolos, les privaban de todos sus bienes, y a otros, como si fuesen moabitas, los prendían y encadenaban y obligaban al rescate. Más todavía, obcecados por la insaciable codicia del dinero ¡oh dolor! violaban las iglesias, y, reos de tanto sacrilegio, arrebataban de ellas cuanto allí hallaban que les conviniese ¡hasta los hombres!” (1)
 
“Por estos mismos tiempos, los sarracenos hispalenses, saltenses, castelenses, silvenses y demás que habitan en las costas desde Sevilla hasta Coimbra, tenían la costumbre de construir grandes naves, y viniendo embarcados en la flota con gente armada desvastaban y despoblaban las costas marítimas desde Coimbra hasta los Pirineos, a saber, Portugal, Morrazo, Salnés, Postmarcos, Entines, Nemancos, Soneira, Seaya, Bergantiños, Nendos, Pruzos,Bezoucos, Trasancos, Vivero, Ourias, Navia y demás pueblos marítimos de Asturias con la tierra de Santillana. Principalmente asolaban el litoral próximo al territorio de Santiago, porque dirigiendo sus correrías a las islas cercanas, a saber, Flavia, Ons, Sálvora, Arosa, Quebra y Monte Louro, fijaban allí su asiento, y se reparaban a si y a sus naves del trabajo del viaje. Desde aquí asaltaban a los cristianos, ora a escondidas, ora a cara descubierta. ¿A qué detenerse mucho en esto? Destruían totalmente las iglesias, demolían ¡da pena decirlo! Los altares, incendiaban los palacios de los nobles y villas y tugurios, talaban los árboles, mataban los ganados y de lo que de éstos necesitaban depositábanlo en las naves. Por fin, a hombres y mujeres, a jóvenes y a niños o os hacían cautivos o les daban muerte. ¿Qué más diré? Apresaron a Fernán Arias y a Menendo Díaz, barones nobilísimos, quienes por redimirse tuvieron que dar sesenta cautivos cristianos, si bien de condición servil. Y no sólo a aquéllos, sino también a otros muchos nobles llevaron cautivos, y a otros mataron; porque hasta en tierra firme fijaban sus tiendas, de suerte que los labradores habitantes en las costas del océano, desde la mitad de la primavera hasta mediados del otoño, abandonaban las costas o se ocultaban en cavernas con toda su familia”. (1)
 
El incremento del grado de explotación de los campesinos lo explica muy bien la “Historia Compostelana”: “Porque, luego haber muerto el nobilísimo señor emperador Alfonso [VI], como sobrevino tanto cúmulo de guerras, fue necesario halagar a los caballeros (milites) con mayores pagas (solidatis) y más amplias posesiones; y de aquí vino la opresión y pobreza para los pueblos, por cuanto se les quitaba dinero de cualquier modo a los débiles y menos poderosos, y dábase con larga mano a los nobles y demás que se fatigaban en las tareas de la guerra”.(1)
 
En la zona de Sahagún es donde el movimiento campesino alcanzó sus cotas más altas. Los campesinos de la zona organizaron un sindicato (Hermadad) “cuyos miembros estaban unidos mediante juramento y que celebraban reuniones periódicas. Los conjurados recorrían mercados y villas para llamar a las revueltas y al rechazar los servicios a los señores (tributos y prestaciones). Se atacaba a los domini, y a sus agentes; se saquearon y destruyeron palacios, casas e iglesias. También se atacó a los judíos.”(2) La pretensión de los burgueses de extender su dominio a toda la zona circundante para garantizar mejor su autoridad en la ciudad, apropiándose de las tierras del abad, enfrentó a campesinos y burgueses, pues tan sólo se producía un cambio de explotadores, con ningún beneficio para el campesinado. Hacia 1115-1116 los campesinos y los señores feudales llevaron a cabo un bloqueo de ventas de productos al mercado de Sahagún, pues no proveían a la villa ni de trigo (pan) ni de vino. Este boicot fue uno de los elementos determinantes para liquidar la resistencia de los rebeldes.
 
También hubo divisiones entre los burgueses de Sahagún cuando el movimiento ya declinaba. Los burgueses más ricos se separaron de la revuelta buscando la reconciliación con el abad y con la reina Urraca.
 
Como vemos, los movimientos burgueses no son movimientos antifeudales, sino enfrentamiento entre facciones de la clase dominante disputándose el poder político, tras el cual se puede conseguir grandes beneficios económicos, en un momento de crisis económica generalizada. Faltan varios siglos para que la burguesía sea la clase que se plantee derrocar el orden social existente. El objetivo, en general, es pasar del señorío eclesiástico al real, que permite que los burgueses tengan más poder político.
 
De esta forma, se produjeron una serie de revueltas que se inician en el siglo XII y no acaban hasta el siglo XV, en distintos contextos económicos. Los primeros movimientos datan de 1087 en Sahagún y Santiago de Compostela, continúan en 1110-1117 (Sahagún, Lugo, Carrión, Burgos, Santiago, Palencia) y, ya de menor entidad, en 1136 (Santiago de Compostela; en Sahagún, de 1136 a 1152), 1159-1161 (Santiago de Compostela) y 1184 (Lugo). También hubo revueltas en Tuy en 1170 y 1211, porque los burgueses querían liquidar el monopolio eclesiástico de la venta de vino. Sahagún todavía continuó con grandes rebeliones de sus burgueses en el siglo XIII.
 
No se coordinaron las luchas entre las ciudades –o se coordinaron muy débilmente, con lo que lo único que se conseguía era que las insurrecciones estallasen a la vez- pues los fueros de ellas no eran los mismos y las relaciones entre ellas no eran muy habituales (recordemos que estamos en la Edad Media). Tan sólo Carrión y Sahagún llegaron a algún acuerdo de lucha conjunto.
 
“Sólo a partir de este enfoque, sólo comprendiendo a señores y burgueses como parte de un todo –los privilegiados, los poseedores-, podrá encontrarse la explicación de tantas alianzas mixtas, de tantas condiciones integradas por ambos grupos y enfrentadas, a veces, con otras similares. Sobre este concepto resultará más claro el lento cruzarse de los intereses económicos (señores que hacían inversiones en empresas propias de mercaderes y burgueses rentitas de tierras), el imbricarse de los lazos familiares y el más pausado tramado de las actividades mentales”. (3)
 
 
Notas
 
 1- Historia Compostelana. Texto traducido del latín, citado en Reyna Pastor de Togneri, Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval, ed. Ariel quincenal.
 2- Ch.-E. Duforcq –J. Hautier –Dlache, Historia económica y social de la España cristiana en la Edad Media, ed. El Albir
3 - Reyna Pastor de Togneri, Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval, ed. Ariel quincenal