La crisis del reino de León
 
Urraca I, reina de León, se casa con Alfonso I el Batallador, rey de Aragón
 
 
Urraca I reinó de 1109 a 1126. En 1090 se había casado con Raimundo de Borgoña, caballero francés que había acudido al llamamiento del rey Alfonso VI a la nobleza europea para ayudarle en la lucha contra los musulmanes. Este matrimonio se pactó cuando Urraca tenía 6 años. También Alfonso VI casó a su otra hija Teresa con el noble francés Enrique de Borgoña en 1095.
 
De esta manera, se afianzaba la relación de la corte leonesa con la nobleza de Francia, lo que facilitaba la implantación en nuestro suelo de la reforma cluniacense.
 
Alfonso VI dividió Galicia en dos condados, para dar más relevancia a las bodas de sus hijas: el condado de Galicia fue para Urraca y su marido, y el condado Portucalense (de aquí arranca el origen de Portugal), que comprendería las tierras entre el Miño y el Duero, a su otra hija Teresa y su marido.
 
Cuando en 1108 muere el heredero Sancho en la batalla de Uclés, Urraca pasa a primer plano. La nobleza, reunida en Toledo, acepta la sucesión de Urraca a condición –como es mujer y va a ser la primera reina en España- de que se case de nuevo, pues había quedado viuda hacía un año. Para evitar un enfrentamiento entre los nobles leoneses y castellanos, Alfonso VI rechaza a los pretendientes de uno y otro bando y elige a Alfonso I el Batallador, rey de Aragón. En 1109 se celebra el matrimonio.
 
 
La reina Urraca I de León
 
En medio de una crisis económica muy grave, la solución divide a la sociedad castellanoleonesa en facciones que se enfrentan abiertamente entre ellas, en luchas en las que afloran los intereses económicos de cada sector.  Las Crónicas Anónimas de Sahagún, redactadas a instancias del abad de la villa y que recogen la opinión de la facción eclesiástica (anti-Alfonso el Batallador) en este conflicto describen la boda con todos los malos presagios del mundo, pues en la noche de bodas una terrible helada destrozó la cosecha de vino y pasó una de las peores cosas que podía pasar: que el poco vino que se obtuvo era malísimo y peligro para la salud. Era la señal inequívoca de la tragedia que se avecinaba para España:
 
“Mas como el poderoso Dios dispusiera de azotar a España con el bastón de su caña, consintió y permitió que los inicuos y malos consejeros prevaleciesen, pues vendidos los condes y nobles al castillo que llaman Muñón, allí casaron y juntaron a la dicha doña Urraca con el rey de Aragón. Era entonces tiempos de vendimias, y como hubiera en las viñas gran cantidad de uvas y estuviesen ya maduras para vendimiar, en aquella noche de aquella maldita y excomulgada unión, tan gran helada cayó, que la gran cantidad de vino que ya parecía, se quedó en una muy pequeña cantidad, y aún lo poco que quedó del vino se volvió en no sé qué tal ácido sabor, el cual, bebido retorcía las entrañas con gran daño para la salud”. (1)
 
El clero francés, que encabezaba la reforma cluniacense y que había estado muy cómodo con el primer marido de Urraca –originario de Borgoña, Francia- temía perder sus privilegios. Los nobles gallegos temían por la sucesión del hijo que había tenido Urraca, Alonso Raimundez, que se había criado en Galicia, pues Urraca y Alfonso el Batallador habían concertado que si tenían un hijo, éste sería el heredero de las coronas. La misma nobleza castellana y leonesa temía –con razón- un “desembarco”  de cargos provinentes de Aragón, como así se produjo; encabezaba esta facción el conde Gómez González, quien, a su vez, era el amante de la reina. Muchos nobles aragoneses y navarros ocuparon importantes cargos públicos, así como las alcaidías de muchos castillos y enclaves.
 
 Apoyan a Alfonso el Batallador la baja nobleza y la burguesía de las ciudades del Camino de Santiago, muy oprimidos por los señores eclesiásticos. También hubo rebeliones campesinas que se dirigieron, según el momento, contra la explotación eclesiástica o –cuando los burgueses quisieron suplantar a los señores eclesiásticos- contra la burguesía.
 
Importantes sectores de la sociedad, pues, apoyaban al Batallador. Tal es así que la Historia Compostelana (escrita a instancias del obispo Santiago, Diego Gelmírez, que refleja el punto de vista anti-alfonsista) se lamenta del poco valor (pocos efectivos, en realidad) que tienen los castellanoleoneses contra los aragoneses:  “Porque si bien en Castilla había número suficiente y superior de caballeros que podrían, si no les faltara el valor, expulsar de allí fácilmente a los aragoneses, con todo no se despertaba en ellos de modo alguno el arrojo antiguo. Por eso los aragoneses y algunos caballeros de allende los Pirineos que estaban al servicio del Rey les insultaban y se burlaban de ellos, llamándoles caballeros femeninos, y opinaban de ellos que no defendían ya sus castillos ni se enardecían de las faenas bélicas, como quiera que mil de ellos rendíanse a quinientos de los enemigos, y cien de éstos prevalecían contra doscientos castellanos” (2) y que, según las Crónicas de Sahagún, los partidarios del Batallador venían de muchas ciudades del reino, y así  “había congregado ocultamente un ejército innumerable; pero se reunió gente de Nájera, Burgos, Palencia, Carrión, Zamora, León y los que habían salido de Sahagún”. (1)
 
La alta nobleza y el clero reaccionan para anular el matrimonio de Urraca y el Batallador, pues ambos eran biznietos de Sancho III de Pamplona, y esta consanguineidad impedía el matrimonio, según los protocolos de la Iglesia Católica. El arzobispo de Toledo, el francés Bernardo de Sédirac denunció ante Roma el incesto. El enfrentamiento entre Alfonso el Batallador y el clero cluniacense era, pues, a muerte, y de ahí los apoyos que tuvo el aragonés en los sectores burgueses anticlericales.
 
 
Urraca y su hermana Teresa
 
 
 
Notas
 
1 - Crónicas Anónimas de Sahagún. El texto se ha traducido al castellano actual para facilitar su comprensión, MGM
2 - Historia Compostelana. Texto traducido del latín, citado en Reyna Pastor de Togneri, Conflictos sociales y estancamiento económico en la España medieval, ed. Ariel quincenal.