La Mesta


Decadencia de la Mesta. Felipe II (1556-1598)
 
 
La grave crisis que vive España con Felipe II también afecta a la Mesta. De hecho, con este rey comienza la decadencia de la organización ganadera, a pesar de algún repunte del negocio (como el de 1563 a 1584, con buenas operaciones y liquidez financiera). Las guerras con Flandes interrumpieron la exportación de lana merina, lo que ahondó aún más la crisis del país y constituyeron un quebranto del que ya no se recuperarían las arcas del Honrado Concejo.
 
De este inicio de decadencia nos da noticia D. Miguel Caxa de Leruela, que había sido Alcalde Entregador, en un libro donde señala: “Solían bajar por los puertos cada año siete millones de cabezas y ahora no llegan a dos y medio; de los ganados que llaman estantes, que solían ser cuatro veces más que los trashumantes o trasterminantes, faltan de cuatro partes las tres”. Este personaje defiende a la ganadería estante frente a la trashumante, con el fin de favorecer la agricultura. La tesis tiene tanto más importancia si consideramos que viene de alguien que (al igual que su padre) había sido alto funcionario de la Mesta.
 
Felipe II
 
A pesar de las evidencias, continuaba el expolio de tierras para dedicarlas al ganado. “En las Mesas (Cuenca) un testigo declara de la desaparición de tierras comunales [a cargo de los ganaderos] después de cuarenta años en Ciruelos, Manzanares y Mascaraque. Los acaudalados de la ciudad de Toledo y de la villa de Yepes se habían apoderado de las mejores tierras” (1). Esta situación de asalto de los poderosos a las tierras comunales de villas y pueblos se mantuvo, en la total impunidad, por lo menos hasta finales del siglo XVI.
 
Veamos en caso de Pedro de Guevara para ilustrar otra forma de expolio de las tierras comunales. “Pedro de Guevara, nombrado para que vaya a Tierra de Campos y averigüe qué tierras públicas han sido roturadas y usurpadas por los aldeanos con antelación a 1553, y las reclame, adjudicándose a continuación en propiedad a los que más prometieran y entregasen contante y sonante. Llegados a su destino, Pedro de Guevara fija en Villalón su cuartel general, abriendo una oficina desde donde recorre los lugares. En día 25 de julio de 1584 se presenta en Villarramiel, y para enterarse qué fincas hay de su incumbencia, requiere y examina los libros del Ayuntamiento, prepara, indaga… luego de pregonar con un bando para qué está allí y cuáles son sus atribuciones. Las autoridades municipales con marrullerías y evasivas ocultan la verdad sobre los que se les interroga. Pero el pesquisidor tiene confidentes que le informan que hay un pago denominado “los quiñones” que mide 1.388 yugadas, el cual desde tiempo inmemorial se repartía por suertes entre los vecinos casados que las araban y sembraban, y cuando se producía una vacante por defunción de los cónyuges era cubierta por antigüedad por los matrimonios expectantes. El juez de comisión, sosteniendo que aquellas fincas caían dentro de su competencia, las anuncia en venta. En vano protestan el alcalde y los regidores, quienes al no ser atendidos recurren ante el Consejo de Hacienda. No obstante, Pedro de Guevara inicia los trámites y cautamente algunos hacen posturas. Los de Villarramiel, asesorados y conducidos por el cura, se conciertan para colectivamente comprar lo que si les arrebataban sería una perdición. Mas carecen de recursos. Gestionan por aquí y por allá, y acaban siendo engañados por unos aparentes protectores que solapadamente se apoderan de su presa: los defraudados se irritan, al encontrarse de la noche a la mañana que están desahuciados. Han de resignarse, y no pocos emigrar. Menos mal que aquel pleito incoado, aunque con lentitud desesperante seguía su curso, y al cabo de veinte años largos, en 1605, fue resuelto a favor del Consejo de Villarramiel, que en la espera había descendido de 1.501 habitantes en 1590 a 1.060 en 1597.” (1)
 
Por si fuera poco, en 1552 se promulgó una ley por la que no se podían hacer más roturaciones y que las tierras labradas sin permiso habían de volver a ser pastos.
 
Hacia 1579 está claro que la agricultura no produce lo suficiente para el incremento de población que ha tenido el país en las últimas décadas. Se recurre de nuevo a grandes importaciones de Nápoles y Sicilia, así como de trigo de Normandía, Bretaña y el Báltico.
 
 
La expulsión de los moriscos a comienzos del siglo XVII fue otro de los golpes duros que recibió la agricultura, pues supuso la pérdida de gente muy experta en el cultivo de la tierra. No es descartable la participación de la Mesta en tal expulsión.
 
En 1633, mientras en Europa avanzaban las primeras formas de capitalismo, nuestro Felipe IV decía lo siguiente: “Siendo la principal sustancia destos Reynos, y de nuestros súbditos, y vassallos la criança, y conservacion del ganado, assi por lo que mira al consumo de las carnes, como por lo que toca al de las lanas, fabrica de paños, extraccion y trafico dellas para otros Reynos, Provincias, en que son tan interessados nuestros vassallos, y nuestro patrimonio Real: los Reyes nuestros progenitores, de gloriosa memorial, en todos tiempos han publicado diferentes leyes, y dado muchos privilegios a la cabaña Real destos Reynos, disponiendo por este medio la conservacion, y aumento de la criança del ganado, de que tambien depende la labrança, y nos hemos continuado el mismo intento: y para mejor cumplimiento y execucion de todo lo que en esta materia está proveido…”. No se puede decir mayor barbaridad en pleno siglo XVII.
 
Luis de Ortiz en 1558 pone todo su empeño ante la Corona en el hecho evidente de que Castilla podría tener una industria textil sin rival a partir de la lana merina. Sólo había que liquidar las exportaciones de lana y fomentar la industria propia. Además, España disponía de un gran mercado en crecimiento y controlado totalmente por nuestro país: la América hispana.
 
 
 
Notas
 
1- 1-      F. Ruiz Martín, Pastos y ganaderos en Castilla. La Mesta 1450-1600, Internet