Averroes.
 
 
La España musulmana
 
En el siglo XI el Califato desapareció y dejó paso a una veintena de  reinos de taifas: en 1009 un golpe de Estado fue el canto de cisne califal, que se abrió a 3 periodos de taifas en los siglos siguientes, interrumpidos por las invasiones almorávides, primero, y almohades, a continuación. El mundo musulmán se estaba desmoronando en esta fechas, presionado en Oriente por los turcos y en Occidente por los reinos cristianos, teniendo que soportar, además, el embate de las Cruzadas.
 
Después de las primeras taifas, los almorávides conquistaron la España musulmana a partir de 1090 y aquí permanecieron hasta mediados del siglo XII. Después de un corto período de taifas (las segundas taifas), vino la invasión de los almohades desde 1146 hasta 1228, cuando de nuevo surgen las taifas (las terceras), consolidándose por unos 250 años el reino de Granada (que comprende aproximadamente las actuales Granada, Málaga y Almería) como último territorio musulmán en la Península.
 
 
Averroes
 
 
 
Los almorávides
 
A comienzos del siglo XI se consolidó un reino almorávide en el norte de África, con sede en Marrakech. A mediados de siglo anterior se habían unido varias tribus, que planteaban la vuelta al Islam ortodoxo combatiendo la injusticia y los impuestos ilegales. La predicación de Ibn Yasin fue decisiva para conseguir este grado de unidad.
 
En la Península, la conquista de Toledo en 1085 fue el detonante para que los reyes de taifas llamaran a los almorávides en su ayuda.
 
En 1086, los almorávides, bajo el mando del emir Yusuf b. Tasufin,  derrotaron a las tropas de Alfonso VI en Sagrajas, aunque la victoria sirvió de poco debido a las disensiones entre los distintos reyes de taifas. A partir de 1097, los almorávides, en varias campañas, lograron unificar todo el territorio hispanomusulmán bajo su mando, creando un imperio con el Norte de África y al-Ándalus. La población les apoyaba, pues los almorávides iban a traer la ortodoxia religiosa, política y fiscal. La victoria de Uclés en 1108 fue otro éxito importante de los almorávides, aunque nunca pudieron tomar Toledo, que era un objetivo esencial.
 
Pero la pérdida de Zaragoza fue un duro revés, y el gobierno de los almorávides estaba derivando hacia la tiranía, la corrupción y los abusos. El descontento cundía también entre la población del norte de África. Se produjeron levantamientos populares en Córdoba y en otras localidades. También tenían problemas los almorávides con la población del norte de África. Alfonso I el Batallador mostraba el poderío de los reinos cristianos con un recorrido triunfante por al-Ándalus en 1125, en el que colaboraron abiertamente los cristianos de la zona (muchos de ellos emigraron al norte en el repliegue del rey aragonés).
 
Los almorávides recurrieron a la presión fiscal, que sólo sirvió para hacerlos más impopulares. Abu Marwan b. Abi Jisal, un funcionario andalusí, llega a escribir refiriéndose a la incapacidad de los almorávides ante las tropas cristianas: “¡Hijos de madre vil, huis como asnos salvajes … ha llegado el momento en que os vamos a dar largo castigo, en que ningún velo seguirá tapándoos la cara, en que os echaremos a vuestro Sahara y en que lavaremos a al-Ándalus de vuestra secreciones!”. Es una muestra de cómo estaban las cosas.
 
 

 
Los almohades
 
Los almorávides tuvieron que sacar tropas de la Península para hacer frente a sus problemas en África. Esto favoreció las sublevaciones contra ellos y la formación de las segundas taifas en poco tiempo.
 
La reacción contra los almorávides la encabezó Mohammad b. Tumart en el norte de África. Les acusaba de corrupción y herejía; se hizo fuerte en el sur del Magreb y en 1146 conquistaba la capital Marrakech. Planteaban de nuevo la vuelta a la pureza del Islam originario. En ese mismo año los almohades atravesaron el Estrecho y comenzaron la conquista de la España musulmana, encontrando resistencia diversa por parte de los reyes de taifas. Varias revueltas en el norte de África retardaron en unos años el dominio total almohade en la zona peninsular.
 
Al invadir la España musulmana, un objetivo de los almohades era acabar con el peligro de los mercaderes italianos instalados en los puertos de Valencia y Denia con el beneplácito del rey de taifas local, que pretendían hacerse con el comercio con el norte de África y organizaban la piratería en esa zona del Mediterráneo. Las mismas actividades (comercio y piratería) las llevaban a cabo también los reyes de taifas de Mallorca.
 
Los almohades obtuvieron frente a los cristianos la victoria militar en Alarcos, aunque ya poco se podía hacer contra la supremacía cristiana. Si a finales del siglo X se había producido el primer gran cambio en la correlación de fuerzas en la Península, el segundo y definitivo será la batalla de las Navas de Tolosa en 1212.
 
 
Economia de la España musulmana
 
En el campo coexisten grandes propietarios feudales (especialmente el soberano de turno) y propiedades medianas o pequeñas, teóricamente  “libres” aunque sujetas a una fuerte presión fiscal y una condición semiservil.
 
Se observa una tendencia creciente hacia el latifundio a partir del siglo XI, cultivado por aparceros y campesinos adscritos a la tierra; el trabajo esclavo en el campo tiende a su desaparición. La España musulmana desarrolló el regadío (la noria) y la arboricultura. “Los musulmanes de España están ligados a cultivos como el arroz, los agrios, el algodón o el azafrán, pero también a diversos árboles frutales, las plantas aromáticas y medicinales y la abundancia de huertas y vergeles. Por lo que se refiere a la ganadería, adquirió gran expansión la oveja, y en menos medida el caballo, la mula, el asno o el buey. Retrocedió, en cambio, el cerdo. También alcanza gran relieve la apicultura.” (1) “La extracción de recursos naturales tuvo mucha importancia: sal, madera, piedra de construcción, minerales… El hierro se explotaba en el norte de Sevilla y de Córdoba, el plomo en la zona de Cabra, el cinabrio en Almadén, el cobre en Toledo y Huelva. Asimismo los musulmanes se interesaron por el oro –de ahí el lavado de diversos cursos fluviales- y por las piedras preciosas.” (1) Los campesinos tenían que satisfacer a los grandes propietarios entre la mitad de las cuatro quintas partes de la cosecha; otras veces, a trabajar gratuitamente en las tierras de su señor. 
 

Moneda de la España musulmana

Pero la innovación árabe fue la vida ciudadana en torno a la artesanía y el comercio, destacando sobre todas la ciudad de Córdoba. “Famosos eran el mercado de esclavos o el de libros, como también lo eran, en otro orden de cosas, sus diversiones –carreras de caballos, peleas de animales, etc…- o sus tertulias literarias.”(1)
 
“La actividad artesanal de al-Ándalus, aunque no muy bien conocida, fue de suma importancia. Destacaba, ante todo, la producción textil: brocados cordobeses, tejidos de lino de Zaragoza, etc.  Otras ramas significativas fueron el trabajo de las pieles y de los cueros, la fabricación de papel –con Játiva como núcleo principal-, la cerámica, los vidrios o el trabajo de los metales preciosos. Nos consta, por otra parte, que los artesanos de un mismo oficio estaban asociados, bajo la dirección de un hombre bueno o amin .
“El comercio se vio favorecido por la abundancia de moneda acuñada, de oro (dinar) o de plata (dírham). En las ciudades se realizaba en los zocos, agrupándose los comerciantes de lujo en bazares. Al-Ándalus mantuvo relaciones mercantiles tanto con el resto del mundo islámico como con los países cristianos. Del Norte de África se importaba oro sudanés y esclavos; del Próximo Oriente, especias y objetos de lujo, y de la Europa cristiana, pieles, metales, armas y esclavos. Por su parte, al- Ándalus exportaba aceite, tejidos y manufacturas en general.” (1)
 
En el siglo XI, los musulmanes en al-Ándalus debían ser el 80% de la población; un siglo más tarde, en época de Averroes, eran el 90%. “Aparte de los musulmanes había en el al-Ándalus cristianos y judíos, unos y otros tolerados por los conquistadores. Ambos eran tributario o dimníes , y estaban obligados a pagar un impuesto de carácter personal o yizya y otro de tipo territorial o jaray . En muchos campos, como el judicial, gozaban de plena autonomía. Los cristianos de al-Ándalus eran los mozárabes, cuya actitud con respecto a los gobernantes árabes sufrió grandes alternativas. Los judíos, por su parte, vivían preferentemente en núcleos urbanos, en barrios propios. De todos modos, la arabización cultural afectó tanto a mozárabes como a judíos.”(1) La tolerancia entre musulmanes, judíos y cristianos era un hecho en al-Ándalus. Así aparece en los dictámenes jurídicos o fatuas:  “en una de ellas se menciona a un mercader judío que entra, amistosamente, en las casas de los musulmanes; en otra, un judío instituye un legado piadoso, que podía aplicarse a los musulmanes pobres, y el dictamen lo considera aceptable. Otra fatua del siglo XII, aún aprueba que los musulmanes consuman alimentos de los cristianos y judíos.” (2) Pero la cosa cambia en el siglo XIII, sobretodo después de las Navas de Tolosa en 1212: la debilidad de los hispanomusulmanes les hace ser más intolerantes.
 
“La economía de al-Ándalus vivió un periodo de gran esplendor en el siglo X, al que contribuyeron la paz interior, el incremento de la recaudación tributaria de la hacienda cordobesa y las aportaciones de los reinos cristianos. Esa expansión, que se tradujo en un alza sostenida de los precios, se manifestó, asimismo, por la abundancia de oro. En la décima centuria conoció un gran impulso la fabricación de navíos, sumándose a las atarazanas de Sevilla las de Tortosa y Alcaçer do Sal. No obstante, en los últimos años del siglo X se anunciaron los primeros síntomas de crisis. Las campañas de Almanzor probablemente pretendían, entre otros motivos, apoderarse del  oro acumulado por los cristianos del Norte, para así hacer frente al alarmante descenso de dicho metal.” (1)
 
 
En el siglo XI y XII se vive un cierto desarrollo económico, debido a la presión fiscal y a la mejora del comercio internacional, favorecido por la actividad unificadora de almorávides y almohades, que tenían su base de operaciones en el norte de África, y a la presencia de mercaderes italianos. También la economía de la zona cristiana estaba mejorando, con lo que se favorecían los intercambios con la España musulmana. Almería y Sevilla se convirtieron puertos mediterráneos de primer orden.
 
No obstante, en las épocas de taifas, la presión fiscal fue excesiva, pues había que pagar los impuestos (parias) que exigían los reinos cristianos, y la corrupción generalizada dilapidaba muchos recursos. Ibn Hazm (siglo XI) dice que “todo el que gobierna (una taifa) en cualquier región de nuestro país de al-Andalus es un salteador de caminos… haciendo continuas incursiones contra los bienes de los musulmanes, imponiendo contribuciones indirectas y personales sobre los cuellos de los musulmanes”.  El mismo Ibn Hazm “registra una capitación mensual por cada musulmán (qati), un impuesto por las monturas y por los productos de determinados animales, alcabalas (qabala) por compraventas en los mercados, e incluso una tasa por el consumo, además ilícito, del vino. Diversas contribuciones eran exigidas para pagar al ejército, entre ellas la nazila o inzal, recaudada en efectivo.” (2)
 
Otro ejemplo lo tenemos en el testimonio de Ibn Hayyan (siglo XI), refiriéndose a la taifa de la Valencia: la presión fiscal fue tal que “a todas las categorías de la población, hasta el punto que la situación de sus súbditos se degradó. Las gentes emigraron unas tras otras de sus regiones, que así se arruinaron. Mientras tanto, a ambos (régulos) y a sus iguales todo les sonreía gracias al cuantioso impuesto sobre la propiedad inmobiliaria” (…) y los campesinos pasaron a ser aparceros de lo que habían sido sus propias tierras. Muchas personas tenían que vestirse con pieles de animales y juncos y comer hierbas y plantas silvestres.
 
En esta época, en Almería había 20.000 pobres, cifra muy elevada.
 
 
 
Notas
 
1- (Manuel Tuñon de Lara y otros, Historia de España, Ámbito ediciones SA).
2- (Mª Jesús Viguera Molins, De las taifas al reino de Granada, Historia 16)