El libro de Enoch. Introducción

Enoc aparece mencionado en la Biblia como descendiente de Seth -el hijo de Adán y Eva-, padre de Mausalén y bisabuelo de Noé. También señala la Biblia que Elohim (Dios) lo ascendió a los cielos en vida, que, junto con el profeta Elías son los dos únicos casos en que ésto sucede. Vivió 365 años (tantos años como días tiene el año, aunque en el Libro de Enoc, al seguir un cálculo lunar y no solar,  se nos dice que el año tiene 364 días).




Elohim es un dios ugarítico “importado” por los hebreos. Las referencias en la Biblia a Elohim y a Yavéh, así como en el Libro de Enoc al Señor de los Espíritus, el Elegido, el ser de  la “cabeza de los días” y otros hacen pensar en un pasado politeísta del pueblo judío. Aunque todos los dioses son masculinos, pues no hay en el Libro de Enoc referencia alguna a dioses femeninos,  lo que supone una señal de que el libro de escribe en un fase de plena implantación del patriarcado (primer milenio a.n.e.).  En un principio, Elohim era un dios-toro al que los hebreos incorporaron un culto solar provinente de Egipto. Cuando volvieron a Palestina, tras su marcha del país del Nilo, recuperaron el culto a la Madre Tierra en la figura de la diosa Ashera, a la que adoraban los cananeos (población que residía en Palestina a la llegada de los hebreos). David y Salomón trataron de conciliar todos los cultos construyendo un templo a Ashera, pero instituyéndola como esposa de Yavéh (también hizo esposa de Yavéh a otra diosa femenina que también se adoraba en Palestina, aunque con menor intensidad que la anterior, y que se conocía con el nombre de Anatha), para de esta forma ir diluyendo el culto  a la Diosa Madre y dar preponderancia al culto al dios masculino. A tal fin, David creó el conocido hexágono, que no es más que la unión o matrimonio sagrado de dos triángulos, uno masculino con la punta hacia arriba y otro femenino con la punta hacia abajo. La estrella de David es el actual símbolo del Estado de Israel. Muerto Salomón, se prohibió el culto a las diosas femeninas.
En los sistemas de creencias de la Antigüedad, Enoc es el inventor de los libros y la escritura, enseñó a los humanos a construir ciudades, nos dejó un conjunto de leyes, descubrió el zodíaco (en el Libro de Enoc aparece el sol saliendo por 6 puertas y poniéndose por otras 6; en total, 12 como los signos del zodíaco) con fiestas y sacrificios al sol en cada signo zodiacal y promovió el ayuno, el rezo y la limosna con los pobres.  Se dice que escribió 366 libros, de los que sólo quedaron dos, uno en Etiopía y el otro fue a parar a Rusia. La reina de Saba regaló el ejemplar etíope a Salomón; luego, los cruzados se lo llevarían a Inglaterra, donde quedaría en la abadía de Westminster.
Para los griegos Enoc es Hermes Trimegisto (“tres veces grande”).  En Egipto es Toth, escriba de los dioses, que significa “dos veces grande”. Para los fenicios era Cadmus, “cinco veces grande”. En el Corán, a Enoc también se le conoce como Idris. En el texto “2 Enoc”, nuestro personaje asciende a los Cielos y se convierte en el ángel Metatrón; la palabra puede derivar del griego meta-dronos (“el que persíguela venganza”) o de meta-ton-zronon (“cercano al trono). Para Tertuliano, el Libro de Enoc se conserva en el Arca de la Alianza y Enoc hizo una copia del mismo después del Diluvio Universal.

El Libro de Enoc está rechazado por la Iglesia católica. Las reiteradas condenas de Enoc a los “reyes y los poderosos “ sin excepción, que serán castigados por Dios para toda la eternidad, y la referencia final a la llegada de una generación de justos después de que sobre la Tierra sólo haya habido generaciones de criminales, parecen ser razones de peso para una organización –la Iglesia Católica- que es precisamente el instrumento de esos “reyes y poderosos”.  La alternativa para los males de este mundo es, pues, la intervención divina, lo que hace que Enoc introduzca elementos contradictorios en sus planteamientos, como son la ideología patriarcal (dios masculino, el pecado tiene su origen en las mujeres…) y la represión sexual.

El Libro de Enoc tuvo una gran influencia en los dos últimos siglos antes de nuestra Era. El cristianismo primitivo lo aceptaba, como es el caso de San Clemente de Alejandría. Tertuliano, en el siglo III, lo admite como libro canónico, así como Prisciliano (siglo IV). En general, fue una obra muy difundida entre los medios cabalísticos y gnósticos.

El libro cae en el olvido total hasta el siglo XV, en el que es un libro de referencia para Pico de la Mirandola o Guillermo Postel, traductor del Zohar.