Prisciliano, el primer mártir



Prisciliano. Biografía


Nacido en Galicia hacia el 340, aunque su lugar de nacimiento puede ser también la Lusitania o la Bética, lugares donde son más  habituales las grandes propiedades latifundistas y las grandes familias nobiliarias como la de Prisciliano, pues éste venía de una familia rica. Murió decapitado en Tréveris en 385. Es el primer hereje condenado a muerte por las autoridades de la Iglesia Católica.

Se convirtió al cristianismo en edad madura, por lo que arrastraba una formación pagana muy sólida. Sus maestros fueron Ágape, un mujer de la nobleza, y Elpidio, un profesor de Retórica, que seguramente le iniciaron en el gnosticismo. Ambos tuvieron un estrecho contacto con Marcos de Memphis –discípulo de Manes, fundador del maniqueísmo-. Marcos se trasladó a vivir de Egipto a Hispania, residiendo una temporada antes en el sur de Francia, donde predicaba el gnosticismo, la astrología y las artes mágicas. Por aquel entonces, Memphis era el centro por excelencia de las artes mágicas en todo el Imperio romano. El propio Prisciliano reconoce su formación en “estudios prohibidos”, lo que no debe extrañar en el siglo IV, cuando todavía no está consolidado el Catolicismo y cuando todavía perduran con fuerza numerosos cultos que han estado vigentes durante siglos, centrados en creencias naturalistas y matriarcales. Por eso, aunque Prisciliano creía que no se salía del marco de las enseñanzas de la Iglesia, el priscilianismo encarnaba una verdadera revolución religiosa y social.






En honor a Ágape, todo este conjunto de doctrinas se atribuían a la secta de los “agapetas”, de la que surgió Prisciliano como líder indiscutible.

Hacia el 370 marchó a Burdeos para formarse con el retórico Delphius y allí fundó una comunidad de tendencia rigorista con su maestro y la mujer de éste, Eucrocia.

Hacia 379 volvió a la Gallaecia romana y comenzó a predicar, con gran éxito entre las clases populares y especialmente entre las mujeres. Pronto sus seguidores se extienden también por la Lusitania y la Bética. Su influencia también sería importante en la Aquitania francesa. Prisciliano critica la íntima relación del cristianismo oficial con las autoridades del Imperio y la corrupción generalizada de la Iglesia. Se constituye así la primera estructura eclesiástica separada de Roma.

Como el obispo de Mérida se opone abiertamente a las tesis de Priscialiano, éste se traslada a esta ciudad y entra en la catedral para discutir públicamente con aquél. Como el obispo lo echa con malos modos de la catedral y se niega a cualquier discusión, Prisciliano escribe su Liber Apologeticus y clava el texto en las puertas de la catedral. Un gesto que más tarde se equiparará al que hizo Lutero en su momento.

Itacio –obispo de Ossobona, Portugal-, junto con Hidacio –obispo de Mérida- y Higinio de Córdoba, convocaron el concilio de Zaragoza en 380 con el fin de condenar las tesis priscilianistas. Acudieron muy pocos obispos de Hispania (sólo 10) y sur de Francia (sólo 2), muestra de la extensión que iban alcanzando las ideas de Prisciliano. Las acusaciones eran de brujería, ritos orgiásticos, gnosticismo y maniqueísmo. No hubo una condena expresa de Prisciliano por indicación de Dámaso, obispo de Roma, que recomendó no tomar decisión alguna en ausencia de los acusados. Conocemos algunas de las resoluciones:

“• El canon I habla de la formación de grupos de mujeres alrededor de un asceta, y del hecho novedoso de ser mujeres en muchos casos quienes se encargaban de la explicación de la Sagradas Escrituras. (…)




“• El canon II ordena, entre otras cosas: “Nadie ayune en domingo en atención al día o por permisión de otros o por superstición, y en cuaresma no falte a la iglesia. Ni se escondan en lo más apartado de su casa o de los montes aquellos que perseveran en estas creencias, sino que sigan el ejemplo de los obispos y no acudan a las haciendas ajenas para celebrar reuniones”. Este es el único canon que va específicamente contra los maniqueos, pues legisla que la eucaristía debe consumirse en la iglesia.

“• El canon IV prohíbe el retiro y andar descalzo como mortificación.

“• El canon VI ordena: “Si algún clérigo, por una supuesta vanidad o soltura, abandonase espontáneamente su oficio y quisiera parecer como más observante de la ley siendo monje que clérigo, debe ser expulsado de la Iglesia, de modo que no será admitido en ella, sino después de muchos ruegos y súplicas”. Este canon trata de impedir que los clérigos escapen al control de la jerarquía.

“• El canon VII legisla que la investidura de doctor tenía que ser concedida canónicamente. Esto va contra la idea de Prisciliano, el cual afirmaba que el ideal de doctor era espiritualista, especulativo, y exégeta (así aparece ya en el siglo II entre los gnósticos, cuyo modelo más completo fue Orígenes).” (1) 

Para proteger a Prisciliano, dos obispos que le apoyaban, Instancio y Salviano, lo elevaron a la sede del obispado de Avila, en medio del entusiasmo popular.

Una carta de Hidacio a Ambrosio, obispo de Milán y lugar de residencia de la corte imperial, consiguió la excomunión del priscilianismo. Entonces Prisciliano decidió viajar a Roma para defender sus tesis, pero el obispo de la ciudad, Dámaso, no quiso recibirlo; a la vuelta, pasó por Milán, donde consiguió que el Mayordomo Mayor –en ausencia del emperador- se retractara de la excomunión.

A la vuelta a Hispania, Prisciliano consiguió que Itacio fuera acusado y tuvo que huir y refugiarse en Tréveris.

Pero el cambio de emperador en 383 da un vuelco a la situación. Magno Clemente Máximo se enfrentó al emperador Graciano y finalmente lo asesinó. Como el emperador de Oriente, Teodosio, no era muy amigo de Máximo, éste buscó apoyo en la Iglesia católica. Por su parte, a la Iglesia también le convenía esta alianza, dada la cantidad de herejías a que se enfrentaba en el siglo IV: arrianos, rigoristas, binionitas, patripasianos, novacianos, nicolaítas, ofitas, maniqueos, homuncionitas, catáfrigos, borboritas y priscilianistas.

Se forma un proceso judicial en el que se va a acusar a Prisciliano de brujería, de reuniones nocturnas con mujeres y de maniqueísmo. Un concilio en Burdeos, con presencia de Prisciliano y algunos de sus seguidores, condena sus tesis. Entonces Prisciliano se dirige a Tréveris en 385, sede del Imperio en este momento.


Tréveris


En Tréveris, Prisciliano es detenido y sometido a tortura, con lo que confiesa todo lo que quieren sus verdugos: maniqueísmo, ritos orgiásticos… etc, etc. Finalmente será decapitado con sus discípulos Armenio, Eucrocia (la viuda de Delphidius), Latroniano, Aurelio y Asarino, que constituyen los primeros herejes asesinados por el brazo secular a instancia de las autoridades religiosas. Es el precedente de la Inquisición. Otros seguidores de Prisciliano fueron desterrados; a todos ellos se les confiscaron sus posesiones.

Tanto Itacio como Hidacio era dos genuinos representantes de lo peor del catolicismo. Así describe a Itacio el escritor galo Suplicio Severo: “Yo no reprendería el celo que desplegaron Hidacio e Itacio en acabar con los herejes, si no les hubiera guiado en ello más de lo conveniente el deseo de triunfar. Hidacio no era ponderado, ni santo, era atrevido, charlatán, imprudente, esclavo del vientre y de la gula. Llego a tal punto su insensatez que incluía en el número de los priscilianistas a todos los hombres virtuosos, que se dedicaban a la lectura o a la práctica del ayuno, atreviéndose el desgraciado a tildar de hereje al mismo Martín, obispo, varón apostólico, entonces en Tréveris” (Chron. II  50). Se da la circunstancia de que Sulpicio Severo fue un anti-priscilianista militante.

Tras las muerte de Prisciliano, el priscilianismo se mantuvo vivo hasta el siglo VI en la parte occidental de la Península (la Gallaecia y la Lusitania, especialmente) y el sur de Francia, aunque en todas estas zonas se produjo una fuerte depuración de priscilianistas, a base de ejecuciones, deportaciones y destituciones de los elementos más significativos.

Con la muerte de Máximo en 388, varios seguidores de Priscialiano pueden viajar a Tréveris y trasladar el cadáver de su líder a la Gallaecia. El camino que siguieron fue el Camino de Santiago. A partir de aquí nacerá le leyenda de si los restos encontrados en Santiago de Compostela son del apóstol o de Priscialiano; lo que se puede afirmar es que no son los de Santiago.




En el 396 se celebra un concilio en Toledo para condenar el priscilianismo. En el 400 tiene lugar otro concilio en Toledo con el mismo fin, en el que se dice que 11 de los 12 obispos de Galicia eran priscilianistas. En este conciio se sentenció: «Condeno, juntamente con su autor todos los libros heréticos y en especial la doctrina de Prisciliano, según acaba de ser expuesta, donde se afirma que escribió que el Hijo de Dios no puede nacer.» En el 404 el papa Inocencio I hace un decreto contra este movimiento, el “Regula fidei contra omnes hereses, maxime contra Priscillianistas”. En el 409 el emperador Honorio decreta que todos  los priscilianistas  pierdan sus bienes y derechos y multa a los funcionarios que no persigan con la saña suficiente a los herejes.

La entrada de los bárbaros por todo el Imperio romano, da un cierto respiro al priscilianismo, pues la Gallaecia consigue una situación de verdadera independencia política respecto a Roma. El papa San León Magno intentó combatir el movimiento, con poco éxito, convocando un sínodo en Caldas de Reyes. En 561 el Concilio de Braga condena las tesis heréticas; el obispo Lucrecio manifiesta que la Gallaecia es un lugar habitado por “hombres ignorantes” y situada “en el mismo fin del mundo”, donde la “pestilencia” de la herejía, había invadido “las últimas regiones de esta provincia” (2). Aún se celebrará un nuevo concilio en Braga en el 567, en el que se resuelve: “si alguien cree que las almas o los ángeles están hechos de sustancia divina, como dijeron Prisciliano y Manes, sea anatema si alguien sostiene, con los gentiles y Prisciliano, que las estrellas mandan a los hombres, sea anatema; si algún clérigo o monje vive acompañado por mujeres que no lleven su misma sangre, como hacen los priscilianistas, sea anatema”. En el siglo VI una prueba de priscilianismo era negarse a comer carne o vestir de forma humilde. En el IV Concilio de Toledo de 683, aún hay referencias al priscilianismo, al condenar la costumbre de no cortarse el pelo por parte de los clérigos gallegos. Aún en el siglo XVI se encuentran restos del priscilianismo en Alemania.



Notas

1- (Andrés Acosta González, Prisciliano, Internet)
2- (Francisco Javier Fernández Conde, Prisciliano y el priscilianismo. Historiografía y realidad, Internet).