Los suevos en Hispania


Los suevos son originarios del norte de Europa, en la zona del mar Báltico, mar al que los romanos llamaron “Mare Suebicum” (mar de los suevos). Por otra parte, con el nombre de “suevos” se conocen a todos los pueblos germánicos del Este (alamanes, cuados, marcómanos, turingios, hasta un total de 20, según Tácito), localizados entre el Danubio y la Península Escandinava.

Las primeras menciones de los suevos son del año 72, cuando Ariovisto invadió la Galia. César los expulsó hacia el norte, al este del Elba, según Tácito.  La presión de los hunos en el siglo IV provocó la emigración de muchos pueblos hacia el oeste. Las primeras migraciones suevas se dirigieron hacia el sur y el oeste, en la actual Alemania. Después de varios intentos sin éxito, en diciembre de 406 cruzaron el Rin, que estaba helado, en la zona de Maguncia, bajo el mando de su jefe Hermerico, junto con los alanos y los vándalos. 

La huella del paso de los suevos quedó en el nombre de la región alemana de Suabia (Schwaben), en el actual estado de Waden-Wutemberg, y parte de Baviera. Varias tribus se separaron del núcleo de los suevos y constituyeron el pueblo de los alamanes, palabra de donde deriva Alemania.

Hasta el 409 se dedicaron al pillaje por toda la Galia y en ese mismo año penetraron finalmente en Hispania junto con vándalos y alanos. Su actividad principal fue el saqueo del norte de la Península, hasta que se establecieron en la provincia de la Gallaecia. Así se inició una estancia del pueblo suevo en la península ibérica que durará hasta el 585, cuando fueron conquistados por los visigodos de Leovigildo.

 



Los suevos en Hispania

- Las fuentes históricas

Las fuentes principales para conocer la evolución del reino suevo en la Península son: 

Hidacio, que vivió en el reino suevo peninsular. Fue obispo de Aqueae Flaviae (la actual Chaves, en Portugal, que fue su ciudad de nacimiento). Su actitud es contraria a los suevos y representa los intereses de la aristocracia provincial romana, que ve su status amenazado por la llegada de los invasores. Hidacio hace patente su nostalgia por el Imperio romano, que está feneciendo. La clase dominante provincial romana encontrará en la Iglesia católica su mejor apoyo, pues es la única estructura política en pie tras el colapso imperial. En consecuencia, los obispos de la Gallaecia tendrán un gran protagonismo en la vida política del reino suevo.

Orosio, natural de Braga, que también vivió en el reino suevo peninsular.

Isidoro de Sevilla, posterior a la presencia de los suevos en la Península



- Los suevos en Hispania

La entrada de los pueblos llamados bárbaros (suevos, vándalos y alanos) se produce en el 409, cruzando los Pirineos. Tanto suevos como vándalos eran pueblos germánicos; los alanos eran un pueblo iranio. 

Su entrada se verá favorecida, de un lado, por la debilidad del Imperio, que en estos momentos asiste a la usurpación de Constantino contra el emperador Honorio, y, de otro, por la presión de los hunos, que habían llegado hasta la Galia. El paso a la Peninsula Ibérica representaba la búsqueda de un lugar donde sentirse a salvo y nuevas tierras para saquear. Nada pudieron hacer las tropas de Dídimo y Veridiano, dos hispanorromanos que se habían apostado en los pasos de los Pirineos para impedir la entrada de los invasores. “La Galicia fue todavía más desvastada por los suevos que las otras provincias; allí tenían el centro de sus dominios, allí sus guaridas, allí robaron y asesinaron durante más de sesenta años. Puestos en el último extremo, los infelices gallegos hicieron al fin lo que debieron haber hecho desde el principio:  tomaron las armas y se atrincheraron en los castillos fuertes. A veces eran bastante afortunados para hacer también algunos prisioneros; entonces se reconciliaban y se canjeaban los prisioneros de una y otra parte, dándose recíprocamente rehenes; pero bien pronto los suevos rompían la paz y se entregaban de nuevo a sus rapiñas. Los gallegos imploraban sin gran resultado la mediación de los gobernadores de las Galias, o de aquella parte de España que aún había permanecido romana.” (R.P.Dozy, Historia de los musulmanes en España, tomo II, ediciones Turner)

En el 410 se acordó con Roma la ubicación de los suevos en la Península –con que reconocían lo que ya era un hecho: la ocupación de Hispania-, mientras aquéllos aceptaban la autoridad romana, aunque su jefe Hermerico (409-438) adquirió el título de rey (rex). En el 411, los pueblos invasores se dividen la Península: los vándalos asdingos se instalan en la Gallaecia; los suevos, al norte del Duero, en lo que hoy es el norte de Portugal y Galicia, entre la desembocadura del Duero y la ría de Vigo; los alanos, en la Lusitania y Cartaginense, y los vándalos silingos, en la Bética. Tal reparto se hace de acuerdo con el emperador Geroncio a través de su persona de confianza en nuestro país, de nombre Máximo y probablemente hispano, que era el ‘augustus’ de la ‘diocesis Hispaniarum’. Hidacio y Orosio manifiestan que el reparto se hizo por sorteo. Como puede observarse, en el lote no estaba la provincia de la Tarraconense, que era partidaria de los que se oponían a Geroncio.

Los suevos serán, junto con los visigodos, los que más tiempo permanecerán en nuestro suelo. Tuvieron como capital la ciudad de Braga y se instalaron finalmente en las provincias romanas de la Gallaecia y la Lusitania.

Originariamente paganos, se convirtieron al cristianismo siendo arrianos o católicos según lo exigía la coyuntura política, pues aunque la población autóctona era católica, los visigodos fueron arrianos durante muchos años.


Distribución de los pueblos bárbaros en Hispania. Fuente: www.grupotaranis.com

El número de bárbaros era muy inferior al de la población hispano-romana. En un principio se mantuvieron las distancias tanto religiosas como en el idioma, así como en la prohibición de celebrar matrimonios mixtos. Estas eran condiciones para mantener la hegemonía de los recién llegados. No obstante, a medida que se van consolidando tanto el reino visigodo como el suevo, se busca la integración étnica y cultural con la población autóctona, unificando la religión (catolicismo), el idioma (predominio del latín o de las formas autóctonas del latín) y permitiendo los matrimonios mixtos.

Los suevos eran unas 30.000 personas, de las cuales unos 8.000 estaban en condiciones de guerrear. Constituían el grupo menos numeroso entre los pueblos bárbaros que entraron en la Península. La población hispanorromana de la zona ocupada por los suevos era de 700.000 personas; es decir, los suevos sólo representaban algo más del 4%. 


Guerreros suevos. Fuente: www.taringa.net

Otros núcleos suevos importantes, además de Braga, fueron: Lugo, Oporto, Astorga, así como en la zona de las Rías Baixas. Todos ellas constituyen las zonas más pobladas y más ricas de la Gallaecia. De esta manera, la presencia sueva en las zonas costeras (Oporto y Rías Baixas) se explica por la importancia de un cierto comercio marítimo con Bizancio y con la Galia, lo que suponía una buena fuente de ingresos vía impuestos.

Para restablecer el “orden romano” los visigodos penetraron en la Península Ibérica, pues así lo habían pactado con las autoridades del Imperio. Según Osorio, para tratar de evitarlo, los pueblos bárbaros intentaron un nuevo acuerdo los romanos, pues había desaparecido Geroncio y la nueva capital estaba en Rávena. No hubo respuesta, y, según cuenta Hidacio, el patricio Constancio (máxima autoridad Imperio en estos momentos para la Galia y para Hispania) pactó con el visigodo Ataúlfo y, tras la muerte de éste, con Valia en el 416 para que pacificasen la Península Ibérica, especialmente las regiones más ricas: Bética, Lusitania, Tarraconense y Cartaginense, cosa que consiguió tras sus campañas militares del 416 y 417, expulsando a los alanos y a los vándalos silingos. Los suevos, mucho menos numerosos que el resto de pueblos bárbaros y ubicados en una región más pobre, no suponían de momento un peligro y por eso no fueron expulsados. A cambio de las acciones militares en Hispania, los visigodos recibieron en el 418 una buena extensión de terreno en el sur de la Galia.

En el 419 se produjo un enfrentamiento entre los suevos y los vándalos asdingos. Estos últimos habían crecido en número por la incorporación de vándalos silingos y alanos derrotados por los visigodos, con lo que la presión demográfica exigía la expansión de sus dominios. Los suevos llevaba todas las de perder tras sufrir una grave derrota en los montes Nervasos, y tan sólo sobrevivieron gracias a la intervención de un ejército romano al mando de Asterio, Comes Hispaniorum. Los vándalos asdingos no tuvieron otra salida que dirigirse hacia el sur y, bajo el mando de su rey Gunderico y tras saquear Braga y luego la Bética, hacia el 429 cruzaron el Estrecho y se instalaron en África.

Desde estas fechas, el único pueblo bárbaro que queda en la Península eran los suevos, arrinconados en el extremo noroeste.