Los suevos en Hispania.


Sociedad y economía


- Agricultura y ganadería

La actividad económica más importante de los suevos, aparte de saqueo de los bienes de los hispanorromanos,  fue la agricultura y la ganadería: introdujeron el arado pesado en Gallaecia y en el idioma portugués aún subsisten algunas palabras de origen suevo relativas a temas agrarios. Respecto a Galicia, la pervivencia del idioma suevo se da en algunas localidades y lugares: dos parroquias con el nombre de Suevos en las comarcas de A Coruña y La Barcala y otros cuatro pueblos más; en Asturias tenemos la Sierra del Sueve.

Los avances técnicos fueron escasos, incluso se produjo un retroceso respecto a la época romana (ya no se empleaba la máquina segadora); los útiles de hierro pasaron a confeccionarse en madera (el hierro sólo se destina a la fabricación de armas); las técnicas de regadío y medios de comunicación son ahora inferior a los de época romana.

Siguen manteniéndose algunas actividades propias del Imperio romano o aportadas por los visigodos, como la construcción (con sus gremios de constructores), las cerámicas, la orfebrería (en la que los visigodos son verdaderos maestros), el trabajo del cuero, etc.

En general, hay que suponer que la producción agrícola no iba mucho más allá de la pura subsistencia. Por eso, cualquier mala cosecha suponía la hambruna para los campesinos que la padecían.

La Gallaecia, especialmente su parte sur, estaba inmersa en un claro proceso de feudalización. A partir del siglo III las grandes explotaciones agrarias, trabajadas por esclavos, ya no eran rentables y el Imperio romano entró en crisis. Un primer paso fue ir entregando lotes de tierra a pequeños cultivadores o colonos hereditarios, que pagaban una cierta cantidad de dinero por ello, o bien a “aparceros”, que administraban las tierras más que trabajarlas directamente a cambio del pago de una cantidad de dinero que podía ser hasta la novena parte de la cosecha anual. La modalidad del colono es la que más se empleó; el colono quedaba sujeto a la tierra y podía ser vendido con ella; no podía casarse con mujeres libres y sus matrimonios se consideraban simples uniones. Es el precedente del siervo de la gleba del feudalismo. Un ejemplo de esta forma de “encomendación” podría ser la siguiente: “Mi señor X.X. como de día en día pasara necesidad y corriera de aquí para allá para procurarme el sustento, sin conseguirlo, finalmente recurrí a vuestra piedad sugiriendo que mandarais darme en precario tierras para cultivar en vuestro lugar, a ‘tantos’ modios, por lo cual prometo no causaros en tiempo alguno contrariedades o perjuicios, sino estar siempre presto a serviros y defenderos. Prometo igualmente entregaros anualmente los diezmos según la costumbre de los colonos”. (Traducción. José Luis Martín) (Martín J.L. y otros, La Alta Edad Media, Historia 16)


Moneda sueva en la que aparece el emperador Honorio, mediados del siglo V. Fuente: http://www.tesorillo.com/hispania/1visigodas.htm

En las provincias había algunos núcleos de campesinos libres, pero que, para huir de los abusos de los funcionarios imperiales, se ponían bajo la protección del algún poderoso, a quien entregaban el derecho de propiedad de la tierra a cambio del usufructo de la misma.

La situación jurídica de estos campesinos dependientes en cualquier caso era asimilable a la de los esclavos. “Salviano, refiriéndose a situaciones del sur de la Galia y de la Tarraconense en el siglo V, tras relatar que muchos pequeños propietarios agrícolas habían tenido que dejar sus propiedades y convertirse en colonos, testimonia cómo al fin estos últimos comenzaron a ser considerados ya como simples esclavos. Así pues, y para terminar, habría que señalar que el sentido de la evolución tendía a la homogeneización jurídica, bajo el ‘status’ de esclavo, de todos los campesinos dependientes que trabajaban en las grandes propiedades”. (J.J. Sayas Abengochea y otro, Romanismo y germanismo, el despertar de los reinos hispánicos, Ed. Labor)

 De esta situación se evadirán durante muchos años las poblaciones del norte: es una población de base tribal, que no conoce apenas la estratificación social ni prácticamente la propiedad privada de los medios de producción. Estamos hablando de Galicia, Cantabria, País Vasco y Pirineos.

Cuando los llamados “bárbaros” invadieron el territorio del Imperio, en muchos casos en calidad de aliados, dividieron las grandes explotaciones agrarias en 2/3 para la aristocracia visigoda y 1/3 quedaba en manos de su anterior propietario romano. Asimismo, 1/3 de los esclavos pasaba a propiedades de los recién llegados. Estos repartos se conocieron con el nombre de ‘sortes’. Las “Leges vsigothorum” recogen lo que decimos: “De la división de tierras hecha entre godo y romano. La división hecha entre un godo y un romano en relación con la partición de tierras de labor o de los bosques por ninguna razón sea alterada, si se prueba que la división fue realizada, de manera que las dos partes del godo en romano nada usurpe para sí o reclame, y de la tercia del romano el godo nada se atreva a usurpar o reclamar para sí, a no ser que por nuestra generosidad le fuese donado. Pero lo que por los antepasados o por los vecinos fue dividido, no intenta cambiarlo la posteridad.”

Como los pueblos invasores eran escasos en número, esta división no supuso un gran problema. Su efecto más inmediato es que liquidó la organización social gentilicia de los bárbaros, haciéndoles adoptar una organización estatal y basada enteramente en la propiedad privada: ya no valían los vínculos cosanguíneos y la propiedad comunal como organización social, sino que los nuevos llegados habían de hacerse cargo de un Estado basado en la propiedad privada, que se desplomaba. Fueron desapareciendo los consejos de jefes y las asambleas de todo el pueblo.


Suevos desplazándose. Fuente: manuelmera.blogaliza.org


-El comercio y la vida urbana

La acuñación de monedas, el comercio y la vida urbana disminuyeron respecto a la época romana, aunque fueron en declive hasta casi desaparecer a finales del reino suevo.

Las ciudades más importantes fueron Braga (la capital) y Lugo, donde aún pervivía un dux (figura propia del Imperio romano) cuando los suevos tomaron la ciudad en el 459. Lugo será también la capital del reino suevo de la parte septentrional, cuando el reino de dividió en dos partes.

Las monedas suevas siguieron las mismas pautas que otras monedas de los pueblos germánicos. Se consideraban continuadores del Imperio y, por consiguiente, acuñaron el nombre del Emperador en una de sus caras, aunque no contaban con la aprobación de Roma. Gallaecia llegó a tener un número respetable de cecas, siguiendo la estructura de la Iglesia. 

Los suevos fueron los primeros pueblos germánicos en acuñar moneda de plata al margen del Imperio, y les siguieron los francos y los visigodos, acuñando moneda de oro.

Pese a que en cada villa o núcleo de población se acaban produciendo ellos mismos todo lo que necesitan (vestido, calzado, utensilios…), se siguen manteniendo las ferias locales o comarcales, donde el pequeño campesino puede adquirir algunos productos (por ejemplo, sal), y ferias de más alto nivel donde los grandes señores adquirían productos de lujo y vendían los excedentes de sus cosechas.

En la vertiente atlántica, había actividad comercial a partir del siglo V promovida por los francos. Una ruta terrestre a través de la Narbonense permitía hacer llegar los productos hasta París. Por vía marítima se exportarían productos artesanos y se importaría madera y esclavos.

 

Fuente: nueva-gothia.blogspot.com

- La sociedad

La parte más septentrional del reino suevo era la más pobre y prácticamente sólo contaba con Lugo como núcleo urbano de importancia, mayor peso de la tradición celta y estructura social plenamente tribal; la parte más meridional, en torno a Braga, contaba con algunos núcleos de población más importantes, una economía más desarrollada y estaba más romanizada.

La relación con la población autóctona, siempre tirante, se intentó suavizar con matrimonios de elementos suevos con las hijas de la aristocracia hisparromana. No obstante, los saqueos de los bienes de la población autóctona fueron una constante en el reino suevo, con resultados diversos. Por ejemplo, nos cuenta Hidacio que “el rey Hermerico, mientras saqueaba con sus hombres la zona central de Gallaecia, acosado por aquella población que había conservado los emplazamientos más fuertes y viendo que una parte de los suyos eran muertos y otros capturados, se vio obligado a restablecer el tratado de paz que había roto y devolver las familias que retenía.”

Los cargos político-administrativos quedaron en manos de los suevos. Pero más que un Estado estructurado, el reino suevo era en sus primeras décadas un conjunto de bandas seminómadas que recorrían el país con un jefe al frente al que llaman rey, que a veces llegaban a acuerdos con la población local y que otras veces se rompían y entonces volvían a la búsqueda del botín. Con el tiempo, se irán consolidando una serie de poderes locales que constituirán la base de un Estado más estructura en el siglo VI, en los últimos tiempos del reino suevo.

El rey es más bien el líder guerrero. El “trono” se heredaba de padres a hijos, no por elección general.

Hacia el 430 los suevos saquearon el interior de las actuales provincias de Lugo y Orense. A continuación se firmó un tratado de paz con los hispanorromanos y parecía que las relaciones entre unos y otros entraba en una fase de mayor entendimiento.

 

Fuente: www.blogoteca.com


- La población

La población se hjizo rural, decayendo la importancia de las ciudades, que ahora reducían su perímetro y se amurallaban ante los peligros exteriores (guerras y bandolerismo). En general, ninguna ciudad hispana sobrepasaba los 10.000 habitantes.

También se produjo un declive de la población en toda Hispania, debido a las guerras, al bandolerismo, a los problemas del clima (malas cosechas debidas a un clima desfavorable, con mucho frío y una lluvia que pudría las cosechas y que provocó una gran mortandad), plagas de langostas (arruinaban los cultivos, problema muy grave desde la segunda mitad del siglo VI), pestes y epidemias (peste bubónica en los años 409-550 y siguientes, que diezmó tanto a personas como al ganado).

Un ejemplo de las consecuencias de la plaga de langosta en la Meseta inferior y de la peste en la zona de Narbona en los años 579-584, nos los da este documento de Gregorio de Tours:

“Embajadores del príncipe Chiperico al regresar de España contaron que la provincia de la Carpitania había sido desvastada gravemente por las langostas, de modo que no quedaba ni un árbol, ni una viña, ni un bosque, ni fruto alguno o algo verde, que no hubiera sido destruido por las langostas. (…) Por los lugares causaba estragos la peste, pero particularmente se ensañaba con mayor fuerza en la ciudad de Narbona, y ya [estaba] en el tercer año que allí había hecho presa y continuaba; y las gentes que regresaban de su huida de nuevo se veían consumidas por las enfermedad.

“También las langostas desde la provincia de Carpitania, que ya habían desvastado durante cinco años, avanzando y siguiendo la calzada pública se trasladaron este año a otra provincia, que era vecina de ésta. El espacio ocupado por las cuales se extendía en ciento cincuenta millas en longitud, pero su anchura alcanzaba hasta las cien millas”

No hay que insistir en que el índice de mortalidad era muy alto, especialmente entre la población infantil. Muy poca gente sobrepasaba los 50 años.

Las condiciones de vida para las clases populares eran tan duras que muchas veces se recurría al abandono de sus hijos o al infanticio. Así se refleja entre los visigodos en el III Concilio de Toledo, en el año 589:

“Entre las muchas quejas que sean presentado al concilio hay una que encierra tanta crueldad, que apenas sí la pueden sufrir los oídos de los obispos reunidos, y se trata de que en algunos lugares de España, los padres, ansiosos de fornicar, e ignorando toda piedad, dan muerte a sus propios hijos. Y si les resulta molesto aumentar el número de sus hijos, apártense más bien de toda relación carnal, puesto que habiendo sido instituido el matrimonio para la procreación de los hijos, se hacen culpables de parricidio y fornicación, los que demuestran asesinando su propia prole, que no se unen por tener hijos, sino para saciar su liviandad.”


- La cultura

En el terreno cultural tenemos algunos datos. La cultura sueva gira en torno a las sedes episcopales de la iglesia católica. Es el caso de Martín Dumiense, que constituye un buen ejemplo de lo que decimos. Los centros culturales más importantes fueron Dume y Braga, la capital.

Las lápidas funerarias testimonian el paso de los suevos. Hay necrópolis de importancia, que datan de los siglos VI y VII, como la de San Martiño de O Grove,  o la propia de la zona de la catedral de Compostela. En una lápida de Tui aparece el texto “HIC REQUIESCAT MODESTA” (“Aquí descansa Modesta”), como una de los pocos casos en que los suevos escriben en latín o en cualquier otro idioma, como recalca Schlunk. 

La influencia bizantina (Bizancio ocupó durante muchos años el sureste de la Península y mantuvo un comercio importante con la Gallaecia) se dejó sentir en piezas de orfebrería encontradas en lugares diversos.

En Bade se sitúa el templo de San Trocado de Santa Comba, uno de los pocos restos que nos han quedado de edificio religioso de estilo suevo-visigodo.

Por otra parte, los suevos no crearon ningún código legal, ni tampoco tuvieron algún intelectual (sea clérigo y seglar) que escribiera ninguna historia de su reino.




- La Iglesia

En el periodo en que los suevos profesaron el arrianismo, la tolerancia para con la Iglesia católica fue total. Sin embargo, obispos católicos encabezaron la oposición a los suevos, representando los intereses de la aristocracia hispanorromana frente a unos invasores que se dedicaban preferentemente al saqueo. 

En una carta del papa Vigilio a Profuturo, obispo de Braga, en el 538, se reconoce que "su jerarquía episcopal puede comunicar libremente con el exterior, edificar iglesias, tratar de parar la conversión al arrianismo de antiguos católicos, así como hacer proselitismo de su credo"

Ya convertidos al catolicismo, el papel de la Iglesia adquirió más relevancia, pues ya formaba parte del poder establecido. Martín de Braga hizo una gran labor de reorganización de la Iglesia de la Gallaecia, para estar a la altura de las circunstancias. Así lo observamos en el Concilio II de Braga, del 572, ordenado por el rey Miro:

“Habiéndose reunido por mandato del referido príncipe [Mirón] en la iglesia metropolitana de Braga, los obispos de la provincia de Galicia, tanto de los distritos bracarense como los del distrito de Lugo, con sus metropolitanos, a saber: Martino, Nitigis, Remisol, Andreas, Lucetio, Adorico, Witimer, Sardenario, Viator, Anila, Polimio, Mahiloc (…) EL obispo Martino dijo: creemos que vuestra beatitud recordará que cuando por primera vez se reunió en la iglesia de Braga el concilio de los obispos, establecimos, además de muchas cosas que habían sido confirmadas para llegar a un acuerdo acerca de la fe ortodoxa, también algunas otras que contenían las disposiciones disciplinares de los antiguos cánones, y a fin de que puedan recordarse más fácilmente sus ventajas, que se lea en vuestra presencia si os parece bien la misma epístola. Todos los obispos dijeron: conviene bajo todos los conceptos que sea leída en presencia de todos lo que aquí se hallan.

“Leídos, pues, los capítulos (…) el obispo Martino dijo: todas estas cosas que acaban de leerse y que entonces nos parecieron a nosotros o dudosas o desordenadas, han sido enderezadas con el auxilio de Dios, y posee ahora una firmeza inconmovible, pero todas aquellas otras que entonces se nos pasaron por alto, o que resultaba muy pesado incluirlas juntamente en aquel primer concilio, nos parece ahora necesario presentarlas a vuestra santa caridad con el fin particular de  que, examinadas con especial esmero, se expurguen. Pues los Santos Padres y predecesores nuestros, congregados de todas las partes del globo, celebraron a favor de la unidad de la verdadera fe concilios generales (…) para poner fin a las disputas y corregir las negligencias de algunos, y según lo reclamaba la gravedad de la culpa, o la naturaleza del abuso, establecieron, estando presente entre ellos el espíritu de Dios, normas canónicas, precisadas cada una por separado, las cuales conviene que nosotros las leamos, las entendamos y las observemos.” (Varios, Textos y documentos de  Historia Antigua, Media y Moderna hasta el siglo XVII, vol. XI, editorial Labor)

Como consecuencia de este Concilio se construyeron nuevas iglesias y se consagraron otras ya existentes. La confesionalidad católica del reino y la necesidad de afirmarse frente al peligro visigodo (que finalmente liquidaría el reino suevo unos años después), provocó una importante actividad constructora de templos religiosos en el siglo VI. “Se conservan testigos de iglesias, como la futura catedral de Orense, del 550, o el palacio episcopal de Iria Flavia, del 572; la de San Martiño de Churío (Irixoa, Betanzos), y la iglesia de San Pedro de Rocas (Orense); se demuestra, por lo tanto, que muchas de las iglesias catalogadas como visigodas en el territorio de la vieja Gallaecia bien pueden ser suevas antes que visigodas.” (Suevos, Wikipedia)




- Formas de resistencia de las clases populares

El bandolerismo fue una constante. Se conoce en el siglo V en la región Bracarense y se intensifica mucho a finales del siglo VII.

En cuanto a los esclavos, fue muy común la figura de los esclavos fugitivos. Este hecho desmiente la supuesta oposición de la Iglesia al esclavismo: el catolicismo toleró el esclavismo bajo el Imperio romano y durante la Edad Media (en los textos visigodos se dice que una iglesia para funcionar bien necesita al menos 10 esclavos) y posteriormente toleró el comercio de esclavos con América y con Europa.

También el auge impresionante del monaquismo y de los anacoretas en Hispania puede considerarse una forma de rechazo del sistema establecido.

En el terreno ideológico, podemos hablar de la pervivencia de cultos paganos. “. Para mediados del siglo VI, el escrito ‘de correctione rusticorum’ de Martín de Braga es un clarísimo testimonio de la persistencia de un paganismo de tipo animista –culto a los árboles y a las piedras, etc.- entre los campesinos gallegos. Numerosos testimonios conciliares señalan, a su vez, un recrudecimiento de la lucha oficial desencadenada contra el paganismo en el reino visigodo a finales del siglo VII.” (J.J. Sayas Abengochea y otro, Romanismo y germanismo, el despertar de los reinos hispánicos, Ed. Labor). La pervivencia del priscilianismo –cuyo origen es anterior a la llegada de los suevos- es otro ejemplo de resistencia ideológica. “Recibí la carta de tu santa  caridad, en  la que me escribes que te envíe algunos escritos sobre el origen de los ídolos y sobre las fechorías de los mismos y otros pocos sobre muchas cosas, para el castigo de los campesinos que, dominados todavía por la antigua superstición de los paganos, prestan un culto de veneración más a los demonios que a Dios.” (Martín de Braga, “De correctione rusticorum”)