Ermita de la Virgen del Cid. La Iglesuela (Teruel)




La Iglesuela a lo largo de los últimos siglos




La Iglesuela en el siglo XVIII, según Antonio Ponz

En su obra Viaje por España, Antonio Ponz ve así a Iglesuela a finales del siglo XVIII:

Dexada la metrópoli de las Bailías se va a La Iglesuela, llamada del Cid, por laderas de montes bastante bien cultivados, descubriéndose algunas masadas en los barrancos, y en las cumbres de los montes porción de pinares. Tiene La Iglesuela 250 vecinos y un vallecito lleno de frondosas huertas, y en el pueblo su poco de fábricas de cordellates y estameñas.” (citado por Pere-Enric Barreda, La Iglesuela y su ermita del Cid (I), ed. Centre d’Estudis del Maestrat).

“La agricultura ya se había impuesto a la ganadería, pues el bosque de pinar se limitaba a las cumbres de las montañas (parte de la Loma), estando el resto cultivado. Señala en especial los huertos, que han de ser los de la fuente de San Juan, bajo el barrio de la Costera. Además, el resto de actividades es menos relevante, y en producción industrial sólo señala los cordeles y el estambre para tejidos poco delicados.” 


Restos de las murallas

La Iglesuela a comienzos del siglo XIX, según Josef Clemente

Josef Clemente de Miramble es autor de los Documentos para escribir el mapa de Aragón. “Resumimos la prolija y, a veces, desordenada explicación de Clemente: era comendador D. Nicolás Texedor, que vive en Xátiva; luego menciona la donación a la Orden del Santo Redentor y a la del temple hasta su extinción, y después a la San Juan de Jerusalén. (…) El término es de temperamento frío, pero sano por el clima y aguas, que no permiten la entrada de enfermedades, con alimentos buenos y sustanciosos. El pueblo está situado en fondo de un cuenco que forma cantera a Levante, Norte y Cierzo, y presenta de Mediodía a Poniente una elevada montaña en cuya falda se encuentra, como a un cuarto de hora, y la pendiente hasta la cumbre es de media hora. Está en llano, sobre peña que llaman clapiza, entre dos barrancos que se juntan y riegan unos 100 huertecillos antes de desembocar en el río de las Truchas, vulgo la Rambla, distante media hora, entre Oriente y Mediodía, que divide  los reinos y obispados, luego se llama de Aguaviva y se une al Guadalope o camarón y éste al Ebro. Junto a la Rambla hay cuatro molinos harineros, y dos en el barranco que baja a la villa. En el término hay 18 ó 20 caseríos llamados masadas. Tiene 260 vecinos que se dedican a la agricultura. Fuera de los barrancos hay dos arrabales, y para pasar a éstos y las fuentes que están a cada lado hay tres puentecillos de piedra y dos palancas de madera por si crecen los barrancos en tiempos de lluvias, tronadas y nieves. La villa tiene cinco portales y dos hornos. El término es para trigo de buena calidad, guijas, guijones, lentejas y avena, judías, panizo y algún árbol frutal. A Mediodía y Poniente hay montes públicos con pinos negrales aptos para la marina y algo de carrascal, el resto está sin árboles, excepto plantío de álamos blancos y negros, olmos, nogales, acerollos y perales de invierno. En ganadería cuenta unas 300 cabezas de mular, 260 caballar, entre lanar y cabrío 2.000 cabezas, unos 3.500 de cerda. Muchos vecinos tienen gallinas y pollos, y existen 80 palomares. Para la caza se crían muchas perdices, conejos y liebres, y en la Rambla se encuentra pescado pequeño de barbos, madrilas y algunas truchas. Hay más de 100 fuentes, canteras de jaspe, abundancia de marquesitas y frente al pueblo en la Umbría se encuentra succino (carbón mineral).” 



Escudo nobiliario


La Iglesuela a mediados del siglo XIX, según Madoz

Es muy interesante la descripción que hace Pascual Madoz hacia 1850:

“Villa con ayuntamiento en la provincia de Teruel (que dista 21 horas), partido judicial de Castellote (6 horas), diócesis, audiencia territorial y capitanía general de Zaragoza (40 horas). Sita en el límite oriental de esta provincia, lindando con las de Castellón, al pie de una elevada montaña en medio de 2 arroyuelos, que la dejan aislada; hállase resguardada de los vientos N y NO; goza de clima sano, pero muy frío; lo cual ocasiona algunas pulmonías y catarrales. Consta de 245 casas, generalmente de 3 pisos y unos 40 palmos de altura; entre ellas las hay de buen aspecto y arreglada arquitectura, sólidas y bien distribuidas; 2 terceras partes de ellas forman el núcleo de  población, las restantes componen dos arrabales con poco orden y simetría. El pueblo forma varias calles y 3 plazas, de la Iglesia, la Torre y de San Pablo. El Ayuntamiento tiene su edificio antiguo y sólido, sostenido por su frente de arcos de piedra cantería. En él se conserva el archivo de la villa. En su piso bajo se encuentra la cárcel, muy segura, sin ventilación apenas. Tiene su hospital capaz, pero de escasas rentas, para los enfermos pobres. El pósito no cuenta en la actualidad con existencias. Su escuela elemental primaria está dotada con 1.200 reales a la que asisten 70 niños.

“La iglesia parroquial de la Purificación de Nuestra Señora, servida por un cura que es a la vez presidente del capítulo de beneficiados, hoy reducido a escaso número de capellanes. En el año 1748 se reedificó la antigua iglesia, añadiéndole 2 naves colaterales con varios santos y pinturas. Dentro de la villa hay un oratorio público dedicado al apóstol san Pablo, y fuera del poblado, al E., se halla el cementerio, bastante capaz y bien ventilado, que se construyó en 1841.

“El término confina al N con Cantavieja, E. Villafranca del Cid y Portell, ambos del partido de Morella (Castellón), S. Mosqueruela y O. Fortanete. Que salpican varios manantiales de agua delicada, 2 ermitas dedicadas a Nuestra Señora del Cid y Nuestra Señora del Loreto, y 13 masadas.

“El terreno es más llano que montañoso; árido. Pedregoso, de poca capa, aunque buena calidad. La montaña más elevada es la del Ballo, poblada de pino y mata baja;: ésta y las restantes montañas, suficientes para su ganado. Lo bañan los arroyos de San Juan y la Canaleta, que abrazan el pueblo para fundirse a sus pies en la Rambla de Sellumbres, que formándose en los montes situados al S. de La Iglesuela, pasa a la provincia de Castellón y por Castellfort y Portell va en busca del río Caldés. Sobre esta rambla hay un puente de piedra de un ojo, y sobre los arroyos 2 de la misma materia. Las aguas de la rambla mueven un batán y 7 molinos harineros. Otro molino y trozos de tierra se benefician de los arroyos.

“Se comunica con pueblos vecinos por caminos de herradura. La correspondencia la trae el cartero 2 veces en semana desde Mirambel, a donde llega desde Castellote.

“Producción por un quinquenio de calcula en 120 cahices de trigo morcacho, 60 cebada, 30 legumbres; 40.000 arrobas de patata, y otros frutos; vino, aceite y arroz.

“Ganado lanar y vacuno se diezmó en la guerra (1833-40). Casi desapareció y se está reponiendo. Hay caza de conejos, perdices y palomas, torcaces y animales dañinos, especialmente víboras.

“Industria agrícola, molinos de harina y batán. Varios tejedores de lienzos y burdas telas de lana. Hay tráfico de cortar maderas y sacarlas de sus inaccesibles sierras en carretas hacia el Mediterráneo.

“Población cuenta con 174 vecinos con 698 almas. Renta imponible 97.685 reales. Presupuesto municipal 2.725 reales, que se cubre de los propios y el déficit a reparto vecinal.” 


Palacete de origen medieval


La Iglesuela a mediados del siglo XX

Carlos Mira y Manuel Agramunt, en la obra Diccionario geográfico de España, dicen lo siguiente:

“Municipio y villa de Teruel ( a 113 km), partido judicial de Castellote (87 km), comandancia del Maestrazgo, que se eleva a 1.227 m/a. Con una extensión de 40,14 km2.

“Se presenta montañoso, más al SO., con cerro Cabezo (1.758 m.) que hacia el E. forma el Puntal del Tamborero y los Rasos (1.542 m.). El pequeño barranco de la Tosquilla lo separa de la aplanada loma del Pinar, que alcanza los 1.552 m. Más al N. se levanta el pueblo en zona llana (que interrumpe la loma Barragán), que se ve cortada de tajo por el encajado valle del río de La Cuba. Bañan el término los barrancos temporales de las Truchas y del Peral, O. y NO. el río de La Cuba. Esconde varias cuevas como las del Turcacho, Moros, Bonifacio y Virgen.

“El terreno sin cultivar, el 70% es del Estado; el Ayuntamiento posee 312 Ha. de pinar. Los árboles más frecuentes, tras el pino, el chopo, olmo, tilo y roble. Y los arbustos, enebros, sabina, chaparro, boj, espino; y maleza que cubre jabalíes, zorros y caza menor.

“De regadío de pozos, se proveen en sus huertos familiares de habichuela, patata, remolacha y hortaliza. El precio de la Ha. asciende a 20.000 pts. El secano supone 670 Ha para trigo, cebada, avena, patata, remolacha y calabaza forrajera. Un labrador medio cultiva 2,5 Ha con un precio de 10.000 ptas la Ha.

“Diseminados, salpican de ver de el terreno perales, manzanos, cerezos, nogales y acerolos, y 15 Ha de prado, al que se le da un corte al año. Ganado domina el lanar, mular, vacuno y cerda. Pesca de truchas y barbos. Se sirve de una carpintería y 4 molinos; carretera y coche de línea a Teruel y Morella. Cartería y teléfono. Hay 2 camiones, 2 coches, 3 motos y 37 bicis.

“Población decreciente, alcanza los 1.119 habitantes, emigrando a Barcelona y Castellón. Ocupa 369 edificios-vivienda y 303 de otros usos en compacto, y 26 edificios-vivienda y 1 para otros usos en diseminados. El metro cuadrado edificado vale 10 ptas y una casa media 18.000 ptas.

“Historia.- En el término aparecen ruinas de ciudad romana, y en la cueva de la Bonifacia astros históricos. En el ermitorio del Cid existen lápidas con caracteres íberos y cerámica íbero-saguntina. Hay en el pueblo algunas casas de los s. XV, XVI y XVII. Son dignas de mención la de la calle Ondevilla, la de los Aliaga, la de los Esteban, y la de Santapau. La imagen de la Virgen del Cid es magnífica talla románica.

“Las fiestas son el 8 de septiembre, 17 de enero (san Antonio) y 21 de junio (san Luis Gonzaga), con danzas típicas y capeas por las calles.

“Desde 1940 se han realizado obras de pavimentación y alcantarillado, y se han construido 6 viviendas. Cuenta el pueblo con una fonda y una posada, 2 escuelas nacionales y un colegio de enseñanza privada y su párroco” 



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Nota.- Los textos que aparecen entrecomillados pertenecen a la obra de Pere-Enric Barreda, La Iglesuela y su ermita del Cid (I), ed. Centre d’Estudis del Maestrat