Ermita de la Virgen del Cid. La Iglesuela (Teruel)


Un poco de Historia



Los restos más antiguos de la ocupación humana en La Iglesuela datan del Neolítico final / Calcolítico, entre el IV y III milenios a.n.e. Se han encontrado restos de cerámica y piezas de sílex.

Evidencias de la presencia humana en el Calcolítico / Edad del Bronce, alrededor del tercer-segundo milenio a.n.e., aparecen en las cuevas de Matutano, Bonifacia, Puntal del Moro y Turcacho, así como en La Molota y Los Cabezos. También por estas fechas data la primera ocupación del Morrón del Cid, donde se ubica nuestra ermita: “se ha encontrado una punta de flecha de sílex de forma romboidal con apéndices laterales que puede fecharse en el periodo Calcolítico, hacia el III milenio aC. Pudo pertenecer al ajuar funerario de algún enterramiento situado en una de las cavidades existentes en la base del barranco rocoso del Morrón del Cid. (…) En una de ellas, conocida como Cueva de los Moros, se encontraron restos humanos”. (Pere-Enric Barreda, La Iglesuela y su ermita del Cid (I), ed. Centre d’Estudis del Maestrat). Asimismo, en el cercano barranco del Cid, la Cueva de Matutano, a juzgar por el tipo de cerámica encontrada, podría ser una zona de enterramiento.

De la Primera Edad del Hierro, en los comienzos del primer milenio a.n.e., data el yacimiento del Puntal del Moro. 

Los restos de la Antigüedad más relevantes son los encontrados en el cerro de Nuestra Señora del Cid. Se trata de un poblado íbero, con ocupación en época romana, y posiblemente medieval, hasta que la población se ubicó en la actual Iglesuela. El cerro del Cid es muy accesible por el O. a la vez que se defiende bien debido a que el resto del terreno se asoma a profundos barrancos; un río cercano y abundante tierra para cultivar en sus alrededores explican que sea un buen lugar de asentamiento humano.

El poblado íbero se conocía con el nombre de Atheva o Ateba. Se conservan restos de la muralla íbera, así como de viviendas y una cisterna iberas, numerosos objetos (cerámica, objetos de bronce y monedas) y dos estelas funerarias. Una de ellas la podemos ver en el interior de la ermita con la inscripción ikonykeiyi ildubelesebas; la otra se halla en el exterior y ya no es posible leerla. Asimismo, también se encontraremos restos de escoria de hierro -evidencia de trabajo de los íberos con este metal- y de urnas funerarias.

Los cartagineses también anduvieron por la zona, aunque no disponemos de restos arqueológicos que lo documenten.


Casa frente a la iglesia

Tras unos años reconquistada por los almorávides, Iglesuela fue tomada por las tropas de la Corona de Aragón y entregada como encomienda a los templarios dentro de la bailía de Cantavieja. Es así que en 1242 Iglesuela recibe su carta-puebla, lo que supone la consolidación de su población y la edificación de su primera muralla. Previamente, en 1204, se había designado con el nombre de Ecclesia del Sit al mausoleo romano y cuando el núcleo de población se desplaza a su actual ubicación recibe el nombre de Ecclesiola / Iglesuela, debido a que se considera como la iglesia más grande o más importante a la del Morrón del Cid y la más pequeña o menos importante a la de la nueva villa. El traslado de la población pudo deberse a que su actual ubicación está cruzada por dos riachuelos, lo que facilitaba el acceso al agua. En 1212 aparece documentada la denominación Iglesuela del Cid dentro de la Bailía de Cantavieja.

“En enero de 1242 (1241 de la encarnación del cómputo florentino), fray Guillem de Áger, preceptor de Cantavieja, por mandato de fray Ramon de Serra, maestre del temple y con el consentimiento de los demás comendadores y frailes, concede a sesenta pobladores (pero sólo firman ocho) la carta-puebla de La Iglesuela del Cid. (…) Los beneficiarios serían hasta sesenta pobladores, con los ocho citados nominalmente, a los que se conceden las posesiones y derechos sobre aguas, montes, dehesas (prados), pastos y carrascales, excepto los que eran posesión de la orden.” (Pere Enric Barreda, La Iglesuela y la Virgen del Cid (I), ed. Centre d'Estudis del Maestrat).

Cuando la Orden del Temple fue liquidada violentamente a comienzos del siglo XIV, Iglesuela pasó a manos de la Orden del Hospital. Este es el momento en que se edificó el hospital, como consecuencia de la guerra con Castilla.

La coletilla “del Cid” se añadió en recuerdo al paso por estas comarcas a finales del siglo XI de Rodrigo Díaz de Vivar. Su nombre está muy presente en pueblos y lugares de la zona, como Muela del Cid, Peña del Cid, la propia Ermita de la Virgen del Cid, Villafranca del Cid… Según la leyenda, el Cid fortificó La Iglesuela y construyó un castillo, aunque no está demostrado que el caballero castellano pasase por esta villa. Nos ha llegado la leyenda de que el Cid tuvo que enfrentar a un ejército musulmán muy superior en número y que entonces se le apareció el apóstol Santiago para decidir la victoria a favor de los cristianos; como testimonio, el apóstol habría dejado la huella de la pezuña de su caballo grabada en la roca de una barranco del término.

Al fondo, el Ayuntamiento. Detrás, la Torre de los Nublos, llamada así porque desde ella se conjuraba a los elementos de la Naturaleza




Los momentos de mayor esplendor de Iglesuela fueron en los siglos XVI y XVII. El negocio de la lana creó una aristocracia local con las familias de los Daudén, los Matutano o los Aliaga, que levantaron magníficos palacios que aún hoy se pueden admirar. En esta época se reconstruyó la iglesia del pueblo, llamada de la Purificación, y la población creció hasta asentarse fuera de las murallas en los barrios de la Costera y de las Eras; posteriormente, se derribaron tramos de la muralla para facilitar la construcción de nuevas casas para albergar a una población que no paraba de aumentar.

El siglo XIX La Iglesuela se vio sacudida por las Guerras Carlistas, pues el Maestrazgo fue uno de los focos bélicos más importantes. En 1836, Ramon Cabrera, el Tigre del Maestrazgo, establecía en Catanvieja su cuartel general; el pretendiente al trono, Carlos María Isidro, pasó por La Iglesuela al año siguiente, siendo aclamado por el pueblo y se hospedó en la Casa de Blinque. En 1840 se vivieron los últimos coletazos de la primera guerra carlista.


En el siglo XX La Iglesuela sufrió el drama de la guerra civil, con su terrible postguerra. En los años 50 y 60 se inició la emigración a las grandes ciudades, con un goteo que no ha cesado; es así que en 2010 la población era menos de la mitad que cien años atrás. Hoy la Iglesuela vive de la agricultura y ganadería y también de su patrimonio, pues se ha convertido en un importante foco de turismo cultural y de la naturaleza.

Preciosa muestra del artesonado del alero de un típico palacio aragonés




La Iglesuela. Evolución de  la población a través de los siglos

En 1242 en la carta-puebla aparecen los primeros 60 pobladores, lo que equivale a unas 300 personas

En 1489 había 69 fuegos, lo que equivale a unas 350 personas. La población había crecido un poco.

En 1650 se censan 45 casas, lo que equivale a 225 personas. La población ha decrecido, pese a que la incidencia de la expulsión de los moriscos fue muy baja en la zona.

En 1713 hay 120 vecinos, lo que equivale a unas 600 personas, lo que hace de Iglesuela un núcleo importante.

A comienzos del siglo XX alcanza su máximo de población, unos 1.360 habitantes. Los municipios del Maestrazgos alcanzan por estas fechas su máximo de población.


En 1960, la cifra ha bajado a los 980 habitantes, debido al éxodo a las grandes ciudades. A partir de ahí, la población va decreciendo hasta llegar a los 505 habitantes en 2010.