De la Prehistoria a la Edad Media
El Calaceite
actual se edificó en torno a un castillo, del que no quedan restos. El origen de
la localidad es musulmán. Una de las hipótesis mantiene que su nombre viene de Qal' a Zeid o ‘castillo de Zeid’, una familia árabe
que dominaba la zona. Otra hipótesis afirma que Qal' a Zeid significa ‘castillo del olivo’, por
la importancia que este producto ha tenido desde hace siglos en la economía de
la villa.
Los restos arqueológicos son
particularmente importantes. Natural de Calaceite fue Joan Cabré (1882-1947),
uno de los padres de la arqueología en España, que realizó numerosas
prospecciones y excavaciones en la zona, con hallazgos de gran relevancia,
siendo el primer descubridor de pinturas levantinas en el barranco del
Calapatá, en la localidad vecina de Cretas. También realizó trabajos de
arqueología en otras partes de Aragón, como Azaila, Mazaleón y Fabara, y en
otros lugares de España.
El poblado de San Antonio y Calaceite |
Los trabajos de Joan Cabré llamaron la
atención de Pere Bosch Gimpera (1891-1974) y de Henri Breuil (1887-1961), que
sacaron a la luz el potencial arqueológico de la villa en los primeros años del
siglo XX, con excavaciones en poblados íberos, el descubrimiento de las
pinturas de Vallrovira o el sepulcro neolítico del Cañaret de Pallisetes. Actualmente
podemos visitar el Museo Juan Cabré, con una importante colección arqueológica
y una muestra de Etnología, hecha a partir de los materiales de labores de
trilla del cereal, aperos de labranza y de caballerías, pesos y medidas,
cerámicas, etc., entregados por los vecinos.
De la época megalítica, con unos 2.000 /
3.000 años a.n.e., tenemos la Roca Caballera, que marca las posiciones del sol
y de la luna en torno a una serie de figuras geométricas (geometría sagrada) y
una cazoleta central en forma de útero (ritos de fertilidad) que tiene un nivel
energético extremadamente alto: 31.000 uBv.
De la Edad de Broce se conoce algún
material decorado con motivos geométricos.
Los restos arqueológicos más abundantes son
de época ibérica, comenzando por el poblado de San Antonio. Fue excavado por
Joan Cabré y más tarde por Pere Bosch Gimpera, entre 1903 y 1919. También son
importantes en la zona los poblados de Tossal Redó, Les Ombries, Els
Castellans, la Torre Cremada y un sin fin de pequeños asentamientos
prácticamente en cada colina del término.
El poblado íbero de San Antonio se
construyó en el siglo V a.n.e. y se habitó hasta el siglo III a.n.e. La
ocupación del poblado comienza en el siglo V a.n.e. Durante el siglo III a.n.e.
la población se extendió por las laderas de la colina de San Antonio y se
levantaron la muralla y algunos torreones. La conquista romana a partir del 218
a.n.e. supone el fin del poblado. Si hacemos una visita veremos que está
organizado en base a un eje central en torno al que se sitúan las viviendas
en dos niveles. Junto a la entrada había una balsa para recoger el agua de
lluvia.
En la necrópolis de Les Ferreres Joan Cabré
encontró el conocido timiaterio ibérico de bronce, formado por dos soportes
circulares unidos por una columna, así como
un caballito de bronce macizo, una coraza de bronce decorada con
círculos y dos espadas. La datación de este material es del siglo V a.n.e. El
timiaterio es un quemador de incienso, muy común en el mundo mediterráneo de la
Antigüedad, que tiene una finalidad y un uso durante las ceremonias religiosas.
Timiaterio de Calaceite. Se puede ver una réplica en el Museo de Juan Cabré |
También son importantes los túmulos
ibéricos. Actualmente se conocen una docena de ellos. Son enterramientos por
incineración. Las cenizas se depositaban en unas urnas de cerámica, que se
introducían en pequeños fosos delimitados habitualmente por una cista o
“caja” formada por losas de piedra. A su alrededor, se levantaba un túmulo
circular hecho de piedras que podía tener hasta 3 ó 4 metros de diámetro. Todas
las cistas donde se colocaba al muerto están ubicadas en puntos de muy baja
energía, en torno a las 3.000 uBv, que es la que corresponde a los lugares en
que los restos orgánicos se descomponen más rápidamente y que ahuyentan a los
depredadores que pueden profanar la tumba (lobos, zorros, perros…). Asimismo,
la cista, cuando es excéntrica (que no coincide con el centro del túmulo), está
orientada normalmente a la puesta de sol, bien de los equinoccios, bien del
solsticio de invierno. Aunque la vegetación no suele ser abundante en la cista -donde se depositan los restos orgánicos- debido a la baja energía, hemos observado en varios túmulos que en la cista correspondiente suele crecer el enebro, que debe ser, pues, una planta con unas características especiales que la adaptan a la baja energía; de hecho, el enebro ('ginebró', en catalán) se asocia a la larga vida, la fuerza y la fertilidad (la nueva vida).
Algunos restos romanos se han encontrado en
el camino de la ermita de Santa Ana.
De época islámica sólo se han encontrado
restos en las partidas del Molino Nuevo y del Molino Viejo, y aún podemos
contemplar los azudes que sirven de riego a algunos campos calacitanos. La mezquita
musulmana dio paso, después de la reconquista, a la iglesia de San Pedro.
La primera
conquista cristiana se produjo en 1132, a cargo de Alfonso I de Aragón. Tomada
nuevamente la villa por los musulmanes, en 1149 Ramon Berenguer IV la volvió conquistar. El primer señor de la villa fue
Bernat de Cambrils, que había participado activamente en la campaña militar. Reconquistada
por segunda vez por los musulmanes, entre 1168 y 1169 Alfonso II el Casto
reafirmó definitivamente el dominio de la Corona de Aragón sobre la zona.
En 1209 los señores
de Cambrils cedieron sus derechos al rey Pedro II, quien los otorgó al obispo
de Tortosa.
En 1271 fue la
Orden de Calatrava quien tomó el mando de la villa. La Carta de Población
ofrecía condiciones muy ventajosas a quienes viniesen a repoblarla.
Finalmente, en 1442 Calaceite quedó en manos del obispo de Tortosa, situación que se mantendría hasta 1823. En las guerras civiles que asolaron Catalunya en el siglo XV, Calaceite tomó partido por la Generalitat -que representaba a la aristocracia feudal catalana enfrentada a la monarquía-, y fue atacada en 1462 por tropas en las que participaban gentes de La Fresneda, que apoyaban a Juan II.
Finalmente, en 1442 Calaceite quedó en manos del obispo de Tortosa, situación que se mantendría hasta 1823. En las guerras civiles que asolaron Catalunya en el siglo XV, Calaceite tomó partido por la Generalitat -que representaba a la aristocracia feudal catalana enfrentada a la monarquía-, y fue atacada en 1462 por tropas en las que participaban gentes de La Fresneda, que apoyaban a Juan II.