La ruta de los túmulos del Matarraña


Los túmulos, un elemento autóctono del Bajo Aragón –Matarraña –Terra Alta


El precedente: los Campos de Urnas

Los campos de urnas son el precedente del enterramiento tumular. Se trata de cementerios formados por urnas –que contienen los restos incinerados del difunto- y que se entierran en pequeñas fosas junto con su ajuar. Esta cultura se conoce en Europa central desde poco antes del año 1.000 a.n.e.

Los Campos de Urnas de la zona del Segre y del sur del Ebro tienen unas características propias. Hasta ahora se hablaba de que fueron una aportación de pueblos indoeuropeos de Centroeuropa de la cultura de Hallstatt  que entraron en la Península. En la actualidad se remarca el carácter autóctono de los Campos de Urnas de nuestras tierras y se rebaja sensiblemente la influencia de las gentes que vinieron de fuera, que, no obstante, debió existir con las gentes que pasaron desde el sureste de Francia hacia el 1.100 a.n.e. y que practicaban, además de la metalurgia del hierro y la agricultura con arado, el enterramiento por incineración depositando los cadáveres en urnas.

Los Campos de Urnas son enterramientos individuales y por incineración. Con ellos se cierra la fase de los anteriores enterramientos colectivos megalíticos o en fosa por inhumación. Es un cambio cultural muy importante. Esto nos revela que estamos en una sociedad donde se va consolidando una élite aristocrática que va acaparando la riqueza y que, para singularizar a sus componentes y mantener su dominio, impone los enterramientos individuales con su ajuar -los elementos que lo caracterizan- correspondiente. Al propio tiempo, el cambio en el sistema de enterramiento tiene una intención ideológica clara: se pasa de la inhumación en la tierra (el regreso a la Madre Tierra, dentro del ciclo de muerte y re-nacimiento en el marco de una cultura matriarcal) a la incineración en que los restos convertidos en humo suben al cielo, donde moran los nuevos dioses que presiden la sociedad patriarcal.


La ruta de los túmulos (cartel informativo)



Los túmulos del Bajo Aragón-Matarraña-Terra Alta

La cultura de los túmulos del Bajo Aragón se data a partir del siglo IX a.n.e. y llega hasta el siglo VI-V a.n.e., aunque encontraremos fechas diferentes según el investigador que consultemos. En nuestra propuesta, pues abarca desde el Bronce Final hasta las primeras fases del mundo ibérico. Los túmulos tienen una forma propia que es común al Bajo Aragón y al Matarraña (Aragón) y a la Terra Alta (Catalunya), como una característica autóctona de este territorio; hay una unidad constructiva original y exclusiva en las cuencas de los ríos Guadalope, Matarraña, Algars y el tramo correspondiente del Ebro. 

A diferencia de los campos de urnas, en que simplemente se entierra la urna sin más, los túmulos son una construcción de tamaño considerable que pretende ser un monumento que puede ser visualizado por los miembros de la sociedad, para evidenciar que la dominación de las élites aristócráticas del momento será eterno como lo es la piedra. Son “una construcción circular formada por un paramento de bloques o losas sin ligar, de piedra seca, que define el contorno. En su interior se dispondrá una cista de losas, cuadrada o rectangular, desplazada del eje axial del túmulo, con unas medidas claramente canónicas en torno a 1,5 por 2 metros. El espacio entre el anillo exterior y la cista se rellenará y compactará, con rocalla y tierra. La cista, que contendrá la urna funeraria y el depósito, se orientará de este a oeste, con el acceso a poniente. Las dimensiones de estas construcciones oscilan entre los dos y los seis metros de diámetro, con cubrimientos que sin demasiados problemas pueden alcanzar el metro de altura." (David Bea, Poder, arquitectura i complexitat social. Formes polítiques al curs inferior de l’Ebre durant la protohistòria).

La cista es el elemento central del túmulo, pues contiene los restos incinerados de la persona que se entierra.

J. Tomás Maigí fue el gran investigador de los túmulos del Bajo Aragón. Los caracteriza definiendo cuatro elementos principales:

“- una cista de planta rectangular hecha a base de losas de piedra, compuesta generalmente por tres losas megalíticas clavadas y una cuarta de cobertura, que constituiría la cámara sepulcral para albergar la vasija cerámica con los restos incinerados. Su eje presenta una orientación Este-Oeste con la abertura hacia poniente. La parte de la abertura se taparía con un murete de piedra que sería la base del cerramiento y sobre ella se colocaría una losa de canto.

“- el anillo es una pared de trazado circular que contiene la cista y constituye el armazón del túmulo. Generalmente arranca y termina en los extremos de las losas laterales de la cista (sin pasar por la boca de la misma). En los ejemplos conservados, esta pared de hiladas de piedra tiene diversos diámetros que van desde los 2,6 m. a los 5 m., siendo preferentes los de 4 ò 5 metros. En cuanto a la altura, originalmente pudo llegar cuando menos al nivel de la losa de cubierta de la cista.

“- un relleno de piedras y tierra entre la cista y el anillo o tambor.

“-el cono tumular o amontonamiento de piedra y tierra, que ocultaba los tres elementos anteriores. En los túmulos del Coll del Moro (Gandesa) se han localizado unos marcadores de las tumbas que se colocarían encima del túmulo, y que serían de madera o líticos, y que en nuestros ejemplares no se han localizado.”  (cartel informativo de los túmulos)

Los túmulos son, pues, un elemento de prestigio social: tienen un gran visibilidad y obedecen a unos criterios y ritos (características de la construcción, ajuar funerario, rito de incineración, forma cuadrada o redonda, orientación solar…). Son la muestra del poder de una aristocracia gentilicia y que está llamada a enriquecerse gracias al comercio con los pueblos del mediterráneo (etruscos, fenicios, griegos...). En estos ritos se exalta la memoria del fallecido como un elemento más de dominio de los sectores dominantes de la sociedad: el muerto es un héroe al que se debe la defensa del territorio, el bienestar de las personas de la tribu y la fecundidad y fertilidad de tierras y ganados; de esta forma se cohesiona el grupo social en torno a la jerarquía aristocrática dominante.

Reconstrucción de un enterramiento tumular
Fuente: F.Gracia y otros, 'El mundo de los íberos', ed. Medol


El resto de la población sería sepultada directamente en tierra y por ello apenas no ha quedado rastro. Hay alguna evidencia en este sentido en el Coll del Moro de Gandesa.

En algunos casos, el túmulo contiene una cista con departamentos para dos o más personas. Tenemos el ejemplo de Calaceite (Matarraña, Teruel), en el túmulo de la Font de n'Oro y en el Mas de Pascual de Jaume. En Cretas hay un caso de cista doble en el Fossanet dels Moros.

En otros casos, las tumbas tumulares fueron reutilizadas, pero esto se ha podido documentar en muy pocas ocasiones.

La forma redondeada de los túmulos tendría un carácter astronómico: sería una reproducción de la órbita que describe el sol durante el día, marcando con la cista la posición en la que el astro rey se pone. En cualquier caso, el túmulo redondo es una proyección del cielo sobre la tierra. También hay túmulos de planta cuadrada, aunque son los menos, lo que debe obedecer a algún criterio del sistema de creencias de estas gentes que desconocemos (¿los puntos cardinales? ¿los cuatro confines de la Tierra?). Los túmulos de planta rectangular son posteriores a los de planta circular, y se datan alrededor de los siglos VII-VI a.n.e. Son igualmente muy minoritarios los túmulos circulares sin cista.

Pequeñas ‘tumbas’ en el exterior del túmulo complementaban el enterramiento tumular, muchas veces unidas a la corona exterior. Suelen estar formadas por tres piedras y sirven como lugares en los que se depositan ofrendas. Así aparece en la necrópolis del Teuler de Coll del Moro de Gandesa, y en Cretas en el túmulo de Piedrafita I.

El número de túmulos en las distintas necrópolis es muy variado. Tenemos necrópolis con uno solo enterramiento, como en las Escodines Baixes de Mazaleón, mientras que en la Cabeza del Cascarujo (Alcañiz) llegan a 47. Seguramente la dimensión de la necrópolis depende del número de puntos con suficiente negatividad como para permitir el enterramiento.



Los túmulos son un elemento autóctono

El origen de los enterramientos tumulares en nuestras tierras estaría en la zona del bajo Segre-Cinca, de donde se expandirían a la zona de los Pirineos y, hacia el Este, a la cuenca del Ebro. En la actualidad se mantiene el criterio de que estos enterramientos son autóctonos aunque con influencias externas, como una evolución de los Campos de Urnas igualmente de origen local, frente a la tesis tradicional de que la cultura de los túmulos (y de los Campos de Urnas) fue traída por gentes que venían de Centroeuropa y copiada en nuestras tierras. La difusión de los enterramientos tumulares se haría por grupos de pastores del Segre-Cinca en sus recorridos trashumantes, tanto hacia el Norte (Pirineos), como hacia la cuenca del Ebro.

Los túmulos de la zona Segre-Cinca son más planos y con una cista menos espectacular.

En cuanto a la influencia externa se debió dar por las gentes que venían del continente, así como de los pueblos del Mediterráneo que visitaron nuestras costas en su actividad comercial. Parece clara la influencia de los etruscos en el Bajo Aragón, así como la influencia del sur de Francia en los túmulos del Segre-Cinca. En el 1300-1200 a.n.e. tuvo lugar en Europa un cambio climático que propició el desplazamiento de pueblos de Europa central hacia el Oeste; diversas oleadas de inmigrantes debieron llegar al Bajo Aragón en los siguientes 500 años, aportando su influencia en cuanto a la explotación ganadera y agrícola y el trabajo de metales, lo que debió tener sus efectos sobre el sistema de creencias, y, concretamente, en el tema que nos ocupa, sobre los enterramientos en campos de urnas, primero, y en túmulos después.

Túmulo de Piedrafita, Cretas (Matarraña, Teruel). Fuente: cartel informativo


Aparte de la llegada de los grupos célticos de Europa y de los primeros colonizadores mediterráneos (la presencia de los fenicios se evidencia en siglo VII a.n.e., aunque se han encontrado restos materiales algunos siglos antes, de lo que es  muestra la céramica del siglo VIII a.n.e. del Barranc de Gàfols, en Ginestar, provincia de Tarragona), el Bajo Aragón recibe la influencia de los pueblos de la Meseta, concretamente de la cultura de Cogotas (Bronce Final y Primera Edad del Hierro, de los siglos XII al VI a.n.e.) por los intercambios comerciales que se establecieron entre los dos territorios, de los que nos queda una buena muestra en la cerámica bajoaragonesa de la época.

Así pues, las diferencias estructurales, de forma y de dimensiones entre los túmulos centroeuropeos y mediterráneos con los de nuestro país son evidentes, lo que elimina la relación causa-efecto que se venía manteniendo hasta tiempos recientes. Lo que podríamos denominar cultura tumular bajoaragonesa presenta características autóctonas y originales en la zona del Bajo Aragón y Matarraña (Aragón) y Terra Alta (Catalunya), lo que parece indicar que estamos ante una unidad tribal en esta zona, que en la fase íbera posterior se denominaría la tribu de los Ausetanos del Ebro.

El final del mundo tumular bajoaragonés tiene lugar en los siglos VI-V a.n.e. debido a la crisis y desaparición del comercio mediterráneo, cuando los asirios conquistan Fenicia (s.VI a.n.e.). Aldovesta, la gran base comercial fenicia sobre el Ebro cerca de la actual Tortosa, se incendia en el 575 a.n.e. Muchos asentamientos del Matarraña se abandonan en estas fechas, como San Cristóbal de Mazaleón. Las explotaciones mineras de la zona de Falset también se abandonan. En el sur de la Península entra en colapso el mítico reino de Tartesos. Las nuevas necrópolis en esta parte del Ebro pierden su carácter monumental y por ello son muy difíciles de identificar.