La ruta de los túmulos del Matarraña


Los túmulos: orientación solar, estudio energético y ritos



La orientación solar de los túmulos

La inmensa mayoría de las cistas están orientadas a la puesta del sol en el solsticio de invierno. También hemos observado algunas orientadas a la puesta de sol en los equinoccios, así como orientaciones no solares, en muy pocos casos, que seguramente tienen que ver con movimientos de determinadas estrellas.

La puesta del sol en el solsticio de invierno nos indica el momento en que el sol acaba su ciclo más débil y con días más cortos y comienza un ciclo cada vez más luminoso y de días más largos. Es la idea de muerte y resurrección / re-nacimiento: el sol que muere ya muy debilitado y el sol que renace cada día más fuerte. También se asocia el solsticio de invierno en muchas culturas con el fin y el comienzo del año, es decir, con el año que muere y con el año que nace.

El solsticio de invierno se ha celebrado en todas las culturas desde la noche de los tiempos. Los druidas celtas celebraban su fiesta anual del fuego (el sol), mientras que para el cristianismo es el nacimiento de Jesucristo, idea tomada de muchas religiones anteriores (el Osiris de Egipto, mitraísmo…) donde en esa fecha nacía un personaje religioso relevante, lo que, en realidad, sustituye a la idea mucho más antigua -y que llega hasta los romanos- de que en esa fecha quien re-nace es el sol.

No nos debe extrañar esta relación entre culturas y astronomía. Cuando el hombre se hace agricultor en el Neolítico tiene la necesidad de dominar la medición del tiempo, pues de ello depende el ciclo agrario (los tiempos de siembra, de recolección, de siega…) y su subsistencia. De ahí la importancia que adquiere el sol y los momentos de cambios en su órbita (solsticios y equinoccios), que sirven para fijar un calendario anual que garantice las cosechas.


Túmulo de Piedrafita I, Cretas (Matarraña, Teruel). Fuente: cartel informativo


Análisis energético de los túmulos


Tras comprobaciones con el péndulo en una cuarentena de túmulos, llegamos a las siguientes conclusiones:

-> Los enterramientos se hacen en puntos de energía negativa (giro del péndulo contrario a las agujas del reloj) en todos los casos analizados

-> El nivel energético es tan sólo de 3.000 uBv en todos los casos analizados

Se puede concluir, pues, que los enterramientos tumulares se hacían en lugares muy determinados: aquellos en que el nivel de energía era muy bajo, lo que se determinaría con la ayuda de las técnicas de zahorí, conocidas desde hace milenios.

Esta conclusión se puede extender a enterramientos de otras épocas (Bronce, Neolítico… incluso a los cementerios medievales), aunque no disponemos de muestras suficientes como para asegurarlo con la rotundidad con que lo hacemos en el caso de los túmulos.

El motivo científico de elegir estos lugares es claro:

-> en los puntos de energía negativa los restos orgánicos se descomponen más rápidamente
-> los puntos de energía negativa repelen a los animales carroñeros (lobos, perros, zorros…), con lo que se salvaguardan mejor los restos del difunto y la integridad del enterramiento.

Todo indica que estamos ante una técnica que se ha usado desde la Prehistoria, que consistía en enterrar a los difuntos en los lugares más idóneos.

En cuanto a la natación d los túmulos que hemos visto en Cretas y que aquí se exponen, todos ellos son del siglo VII a.n.e., a excepción del del Piedrafita II, que es del siglo VIII a.n.e.





Los ritos funerarios

Poco sabemos de los ritos funerarios en este momento. Por analogía con otras culturas y otros momentos posteriores, hemos de suponer que al muerto se le velaba en su vivienda hasta que era transportado en procesión al lugar de incineración. Allí era colocado sobre una pira de leña, con sus mejores vestidos y algunas pertenencias, donde era quemado. También es posible que tuviera lugar un banquete funerario y el sacrificio de algunos animales.

Primero se quemaba el cuerpo en una pira. Era bastante habitual que quedaran restos sin quemar, que eran envueltos en una tela y depositados en la urna. Sin esperar a que los restos de la cremación se enfriaran, se procedía a su retirada y depósito en la urna, de forma que ello favorecía la soldadura de los restos de los huesos con las paredes de la urna. Es por ello que algunas urnas aparecen destruidas (por efecto del calor de los huesos) o con sus paredes interiores quemadas.

Tenemos otra referencia varios siglos después, con el historiador romano Tito Livio, cuando describe un enterramiento durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.n.e.): danzas y combates militares en torno a la sepultura. El entierro de Viriato también apunta en esta dirección. Pero no podemos afirmar con seguridad que lo sucedido en el siglo II a.n.e. se hacía también unos 300-700 años antes.

Desde muy antiguo se tiene la creencia que el difunto en el más allá tenía las mismas necesidades que en esta vida. Por eso en las sepulturas encontramos ajuares funerarios. Aunque a partir de la Primera Edad del Hierro los ajuares funerarios se hacen más complejos, conteniendo objetos de bronce y luego de hierro, en Cretas los ajuares funerarios encontrados son escasos. La mayoría de túmulos habían sido saqueados cuando han sido de nuevo re-descubiertos en tiempos recientes. Muchas veces ni siquiera hay restos de la urna funeraria. En el Coll del Moro de Gandesa se han encontrado brazaletes, colgantes, anillos, torques y fíbulas de bronce en túmulos del siglo VII a.n.e. El ajuar también puede contener armas y vasos de importación.