Monasterio de San Juan de la Peña (Huesca)



Un poco de Historia



El origen mítico del monasterio es el origen mítico de Aragón

A fines del siglo VII, un ermitaño llamado Juan de Atarés, nacido en Zaragoza, renunció a sus riquezas y se fue a vivir en una cueva cerca de Jaca. Allí se le apareció el diablo, que le prometió un palacio y grandes bienes terrenales, pero Juan no cayó en la trampa y con sus oraciones logró hacer que el diablo no volviera jamás. A continuación, un ángel indicó al emitaño que tenía que desplazarse a la cueva donde ubica el actual San Juan de la Peña.


Ubicación del monasterio (mapa Michelín)



Corría el siglo VIII. Un noble llamado Voto (u Oto, según algunas versiones) estaba persiguiendo a un ciervo por estos parajes. Pero en un descuido cayó con su caballo por un precipicio, aunque, encomendándose a san Juan Bautista,  no le pasó nada y llegó a tierra sin más problema. Allí descubrió la cueva donde se ubicaría el futuro el monasterio y encontró el cadáver incorrupto del ermitaño Juan de Atarés con una inscripción que decía: “Yo, Juan, fundador de esta iglesia y el primero que la habitó, por amor de Dios despreciando la vida humana, como pude, construí esta iglesia y la dediqué a San Juan Bautista; en la cual he vivido largo tiempo como ermitaño, y ahora, muerto, descanso en el Señor. Amén.” Cuando Voto volvió a Zaragoza, su ciudad de origen, vendió todas sus posesiones y se retiró a la cueva -el actual emplazamiento del monasterio- junto con su hermano Félix para hacer vida eremítica.

Poco después, se reunieron en esta cueva unos 300 cristianos, que se oponían a la dominación musulmana. La cifra coincide con el número de espartanos que lucharon contra los persas en la batalla de las Termópilas: es una explicación mítica del origen del Reino de Aragón, en la que se equipara la gesta de los 300 espartanos con la de estos 300 aragoneses, todos ellos reunidos en el lugar de mayor sacralidad de estos territorios norteños. Nombraron como líder por aclamación a Garci Ximénez, quien les condujo a la victoria en Jaca y Aínsa, aunque en esta localidad estuvieron a punto de perecer -lo mismo que sus homólogos espartanos-, hasta que se produjo  "el milagro de la cruz de fuego", por el que una cruz en llamas salió de encima de una carrasca (la llamada “carrasca del Sobrarbe”) provocando el pánico en el ejército musulmán cuando ya las tropas cristianas estaban prácticamente derrotadas. Seguramente en este punto del relato se añade la cristianización del recuerdo en la memoria colectiva de algún fenómeno celeste extraordinario (¿un cometa?), lo que estaría incorporado a los rituales de los cultos precristianos de la zona. Por si fuera poco, tenemos  la carrasca, un árbol sagrado en las culturas del Mediterráneo. 


San Juan de la Peña

Garci Ximénez es un personaje de leyenda, considerado uno de los "siete reyes" de Sobrarbe, a la vez que monarca del también incipiente reino de Pamplona. Así se explican los primeros pasos el origen mítico del Reino de Aragón. En este caso, los "siete reyes" nos evocan a los "siete reyes de Roma", que fueron los primeros monarcas legendarios de esa ciudad. De nuevo, la explicación mítica del origen de Aragón recurre a la explicación mítica de otro tema de la antigüedad clásica, en esta caso la fundación de Roma.

Tras sus hazañas bélicas contra los musulmanes y estableciendo su capital en Aínsa, Garci Ximénez construiría una iglesia en el 732 en la cueva de San Juan de la Peña.



El monasterio de San Juan de la Peña

El actual monasterio de San Juan de la Peña arranca del siglo XI, bajo el impulso de Sancho el Mayor de Navarra (990-1035), que gobernaba sobre los territorios cristianos de Aragón, Navarra, Castilla y parte de León, siendo en su tiempo el rey más poderoso de la Península. Anteriormente en el lugar, conocido como “cueva Galión”, habían residido varios eremitas y se había levantado una pequeña iglesia. En el siglo X comenzó la vida monástica, aunque con poco éxito, pues la congregación casi desapareció, hasta que fue refundada en tiempos de Sancho el Mayor.


Los dominios de Sancho el Mayor, el monarca más poderoso de España en su momento (mapa Wikipedia)


San Juan de la Peña adoptó la regla de san Benito, siguiendo las normas que seguían los monasterios europeos. También en estas fechas tomaban cuerpo los monasterios de Leyre (Navarra), San Millán (Rioja), Oña (Burgos) y otros, lo que constituía la forma de cohesionar ideológicamente a los territorios sobre los que Sancho el Mayor reinaba y justificar el dominio de nobles y eclesiásticos en unas sociedades que marchaban hacia el feudalismo. Fue este monarca quien dio a este lugar el nombre de “san Juan”, por la advocación a este santo, y “de la Peña” por su ubicación en un punto rocoso.

Los monarcas navarros, que los primeros siglos medievales gobernaron también sobre las tierras del norte de Aragón, concedieron al monasterio derecho de jurisdicción (que, de hecho suponía convertirlo en la  autoridad política del territorio) y posesiones territoriales y económicas.

En los años posteriores a la muerte de Sancho el Mayor y dando sus primeros pasos el Reino de Aragón, San Juan de la Peña se convirtió en panteón de los reyes y centro religioso de la nueva monarquía con Ramiro I (1006-1063, considerado el primer rey de Aragón) y sobretodo con Sancho Ramírez (1043-1094), dotándolo de numerosas propiedades e iglesias en los territorios de los actuales Aragón y Navarra. Muchos reyes y nobles aragoneses están enterrados aquí. El prestigio del monasterio fue en aumento cuando se convirtió también en una de las paradas del Camino de Santiago. Los abades de San Juan de la Peña tenían tanto o más poder que los obispos de las principales sedes aragonesas y navarras. El testamento de Ramiro I dice que “amo más a ellos (los monjes de San Juan de la Peña) que a los otros hombres”. 

Pedro I, rey de Aragón y Navarra en el siglo XI, contaba que «mi padre, el rey Sancho, descansa en este monasterio, con mi abuelo y muchos miembros de mi linaje, y yo mismo he dispuesto mi sepultura en este sitio junto con mis ancestros». Sin embargo, Alfonso I el Batallador no mostró deseos de enterrarse en San Juan de la Peña, lo que supuso un punto de inflexión en la hegemonía que hasta entonces detentaba en el Reino de Aragón este centro religioso.


El claustro del monasterio

Ramon Berenguer IV apoyó al monasterio frente a los intentos anexionistas de otros obispados (Jaca/Huesca, Zaragoza…)  e impulsó la construcción de su claustro, único en el mundo.

El monasterio de San Juan de la Peña, la catedral de Jaca y el castillo de Loarre son los tres pilares sobre en los que se apoya y se consolida el naciente Reino de Aragón, como señala el investigador A. García Omedes.

El 22 de marzo de 1071 se introdujo aquí el rito litúrgico romano, por primera vez en España, siguiendo los deseos del Papa de Roma. A continuación, el rito romano se implantaría en la iglesia del castillo de Loarre. Se liquidaba así el rito hispano-visigótico. Sancho Ramírez (1043-1094) consolidó y legitimó el Reino de Aragón haciéndose vasallo del Papa, para lo que había realizado un viaje a Roma. Con esta especial protección hacia el naciente Reino de Aragón, el papado buscaba la liquidación del rito mozárabe, entonces imperante en España, y su sustitución por el rito romano. Aragón era la puerta de entrada hacia el resto de la Península. Así se explica que el Papa calificara de Cruzada a las batallas por la conquista de Barbastro en 1073, anterior en 20 años a las Cruzadas que tuvieron Oriente Medio como escenario. A Sancho Ramírez le fue concedido el título de "Cristianísimo Príncipe" y pudo casar con la francesa Felicia de Roucy, cuyo hermano era la mano armada del Papado en las tierras de Occidente.

San Juan de la Peña fue el monasterio más importante de Aragón entre los siglos XI y XIII, alcanzando su arquitectura y escultura (los capiteles del claustro) unos niveles notabilísimos. Su actividad cultural fue muy destacada: hay que hacer referencia a la “Biblia de San Juan de la Peña”, del siglo XI, que es el manuscrito bíblico aragonés más antiguo que se conoce, y a la “Crónica de San Juan de la Peña”, escrita en el siglo XIV, una crónica de historiografía medieval que llega hasta Alfonso IV (1336), aportando muchos datos sobre la historia del monasterio.

La construcción del edificio sigue los criterios arquitectónicos cluniacenses, levantado sobre dos plantas y con capacidad para una veintena de monjes. En la planta inferior tenemos la iglesia mozárabe prerrománica y la llamada Sala de los Concilios (en realidad, el dormitorio de los monjes); en el superior encontramos la otra iglesia románica, el panteón real edificado en el siglo XVIII en estilo neoclásico, las tumbas de nobles y reyes y el claustro con sus capillas (la de san Victorián es gótica) y capiteles. 

Miguel de Unamuno quedó impresionado cuando visitó el monasterio:  "boca de un mundo de peñascos espirituales revestidos de un bosque de leyenda, en el que los monjes benedictinos, medio ermitaños, medio guerreros, verían pasar el invierno, mientras pisoteaban la nieve jabalíes de carne y hueso, salidos de los bosques, osos, lobos y otros animales salvajes".

Vista del monasterio, al pie de la enorme masa rocosa y edificado en una cueva que debió ser el lugar de culto precristiano más importante de esta parte del Pirineo.



Una larga crisis, a partir de los siglos XII-XIII

Como otros lugares del norte de Aragón, perdió importancia y entró en decadencia cuando la conquista de tierras a los musulmanes se desplazó hacia las tierras más al sur. Esto sucedió a partir de la segunda mitad del siglo XII. Hubo un intento de trasladar la congregación religiosa a la localidad de Agüero (1157) para recuperar protagonismo, pero no se llevó a cabo. La crisis se acentuó en el siglo XIV, cuando el incremento patrimonial debido a las donaciones no sólo no crecía sino que iba en disminución debido a las apetencias de los obispados que en aquel momento detentaban la hegemonía religiosa, económica y política en estos territorios: Jaca/Huesca, Zaragoza y Pamplona. Por otro lado, el monasterio sufrió varios incendios que en nada ayudaron a su recuperación. En concreto, el  incendio de 1675 fue desvastador,  y tras él se decidió abandonar el recinto y levantar un nuevo centro religioso en la planicie en lo alto de la montaña, lo que hoy se conoce como "Monasterio Nuevo".

En la Guerra de la Independencia (comienzos del siglo XIX) las tropas napoleónicas saquearon el recinto. A continuación, la desamortización de 1836 hundió aún más en la miseria al monasterio de San Juan de la Peña.



Orientación astronómica y estudio energético


Orientación astronómica



El monasterio se levanta mirando al NW y sus dos iglesias tienen una orientación solar. 

En efecto, el ábside está orientado hacia la salida del sol en el solsticio de invierno, concretamente 123º (la salida del sol ese día se hace en 121,9º). Como tras el ábside está la roca, no es posible ningún efecto lumínico en el solsticio de invierno: sencillamente, el sol sale detrás de la montaña y no ilumina el monasterio. 

El milagro de la luz se produciría en la puesta del sol del solsticio de verano, por el ventanal del final de la iglesia, en la parte opuesta al ábside; curiosamente, y es muy posible que no casualmente, el solsticio de verano coincide con la festividad de san Juan, a quien está dedicado el monasterio.

El lugar es, pues, poco soleado, sobretodo en los meses invernales y no muy apto para la vida humana. A esto hay que añadir las humedades, pues en esta roca confluyen una serie de vetas de agua. La edificación de un centro religioso en este lugar sólo se explica porque era un centro de culto precristiano, levantado sobre una serie de puntos de alta energía.





Estudio energético







Fuente del plano: romanicoaragones.com



Presentamos, a grandes rasgos, las áreas energéticas del monasterio. La zona abunda en  grandes “saltos” como, por ejemplo, entre la zona de enterramientos (energía muy baja) y las zonas colidantes -iglesia y zona de habitación de monjes-, con valores muy superiores.

Como sucede en otros lugares, el uso social o religioso que se da a una zona coincide con un nivel de energía determinado. Así:

-> el ábside de la iglesia tiene el valor más alto pues es la zona sagrada, en torno a los 31.000 ubv

-> las zonas donde han de transitar personas tienen unos valores adecuados a tal fin, en torno a los 20.000 ubv, y son: la parte de la iglesia destinada a los fieles, la parte del monasterio destinada a habitación (la parte de la “sala del concilio”) y  los pasillos del claustro (con la salvedad de que el centro tiene un valor más elevado, 28.000 ubv, como en lo habitual en los claustros)

-> la zona destinada a enterramientos tiene un nivel extremadamente bajo, 3.000 ubv, pues con estos niveles los restos biológicos se descomponen más rápidamente.

-> un dato curioso: destacar la presencia de un punto de alta energía justo en la puerta que comunica la iglesia con el claustro y donde aparece la inscripción "Por esta puerta se abre el camino de los cielos”.

Como se ve, las áreas energéticas, así como la orientación solar del templo, explican la estructura arquitectónica del monasterio de San Juan de la Peña.