Románico de las Tierras de Almazán (Soria)




Un poco de Historia


En el siglo X las Tierras de Almazán eran tierras de frontera con la España musulmana. Almazán, Medinaceli y Gormaz eran plazas fuertes árabes desde las que se iniciaban las ofensivas contra los reinos cristianos del norte.

Las 9 localidades del románico de las Tierras de Almazán


La palabra “Almazán” en árabe quiere decir “el fortificado”. Hay quien habla de un origen íbero/euskérico que haría referencia a “en el bosque”. También hay quien cree que la palabra viene de “manzano” o que tiene que ver con “Adnumantia” (de hecho existe el gentilicio “admantino”), que significaría “hacia Numancia”, pues Almazán estaría en la calzada romana que llegaba a Numancia. Lo más verosímil es el origen árabe, pues Almazán fue fundada por Abderramán III. Su alusión a lugar fortificado tiene sentido como zona de frontera.

Fernando I conquistó Almazán en 1040, aunque la perdió al poco tiempo: era una zona fronteriza cuyos límites cambiaban de posición con relativa facilidad. Fue su hijo Alfonso VI quien la tomó de forma definitiva en 1098. En tiempos de Alfonso I el Batallador, rey de Aragón, hacia 1128, se produjo la repoblación de estas tierras; un documento de la época dice que «en el tiempo cuando el predicho rey Alfonso poblaba la población de Almazán, que él llamaba Plasencia». Al monarca aragonés le interesaba la plaza por su posición estratégica en los litigios que mantenía con Alfonso VII de Castilla.

A la muerte de Alfonso I y la crisis política que se abrió en Aragón, Almazán pasó a formar parte de Castilla; están documentadas las donaciones de terreno que hizo el rey Alfonso VII de León al obispo de Sigüenza.

Tras su conquista, la población mayoritaria de Almazán siguió siendo musulmana y esta proporción se mantuvo durante muchos decenios. La influencia sobre el arte y las construcciones será clara: podemos hablar de un románico islamizado.

Es en Almazán donde se creó la Orden de Calatrava en 1158. Los caballeros de esta Orden fueron los encargados de defender la frontera sur de Castilla desde la zona de Sierra Morena.


Cúpula de San Miguel de Almazán, de influencia musulmana. La población musulmana siguió siendo mayoritaria en la zona después de la conquista cristiana. Foto Sorianitelaimaginas.com












En 1289 Almazán es tomada por el rey de Aragón, Alfonso II, que apoyaba al pretendiente a la corona castellana el infante don Alfonso de la Cerda, enfrentado en guerra civil con el monarca Sancho IV. Almazán fue la capital de los insurrectos, al fijar allí su cuartel general don Alfonso de la Cerda. Esta situación duraría hasta 1305, en que Almazán es devuelta a Castilla, tras la pérdida de interés de los aragoneses que en el Tratado de Torrellas habían conseguido extender sus derechos hasta la zona de Murcia.

En 1375 en Almazán se firmaron las paces entre Castilla, cuyo rey era Enrique II, y Pedro IV el Ceremonioso de la Corona de Aragón. Enrique II es el monarca que, ayudado por las tropas francesas de Bertrand Du Guesclin, derrotó y asesinó a su hermano Pedro I cuando el francés pronunció la conocida frase: “Ni quito ni pongo rey…”

En 1392 el rey Enrique IV de Castilla regaló e hizo señor de Almazán a Juan Hurtado de Mendoza, que había sido Mayordomo mayor de Enrique III. Los Mendoza fueron uno de los linajes nobles más importantes de Castilla.

En el siglo XV hasta Almazán se desplazaron los Reyes Católicos en varias ocasiones, muestra de la importancia que daban a la villa.

En 1512 aquí nació Diego Laínez, quien sucedió en la dirección de la Compañía de Jesús a su fundador Ignacio de Loyola.

Tirso de Molina murió en Almazán en 1648, donde pasó sus últimos años. Se trata de uno de los grandes dramaturgos del Barroco, autor de “Don Gil de las calzas verdes” y “El burlador de Sevilla”, la obra que recoge por primera vez el mito de don Juan.


Matamala de Almazán, Animales enfrentados, fruto de una concepción dualista del mundo: la realidad como lucha de contrarios, que tiene su origen en creencias anteriores al cristianismo

En 1810 Almazán fue incendiada por las tropas francesas. Corría la Guerra de la Independencia y las gentes de la villa habían ofrecido una feroz resistencia a los invasores franceses. Dirigió esta resistencia Jerónimo Merino con 1.600 hombres.